Hermandad de Ntra. Sra. de la Hermosa    

           Septiembre 2008. Fuente de Cantos

 
         
 

LOS  HIJOS DE LA VIRGEN

 

ANA MARÍA del N.J. de P.

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La Hermosa, 2008

 

  Desde  mi   infancia   pertenecí a la   Asociación de Hijas de María, asistía a  los actos dedicados  a  Ella  en  la parroquia;   el  mes de   mayo,  novena   de   la Inmaculada,   con la medalla   colgada  de   su cinta   celeste   y  blanca:  pero    en  realidad  hasta los tiempos  del Concilio   Vaticano   II,    no    he  visto  bien   claro  su  sentido  importante, como  lo definió Pablo VI   en    la  clausura    de  la  sesión    tercera:    "Es  la  primera  vez ...que un Concilio Ecuménico   presenta  una   síntesis   tan   extensa  de la doctrina católica sobre el puesto que María   Santísima   ocupa   en  el   misterio de Cristo y  la Iglesia ". Pero a   esa síntesis  se  le ha   llamado    "la enseñanza    central"    y     justificaría   la declaración   Conciliar  sobre  la Maternidad   Espiritual   de   la   Virgen para con los hombres, que dice: "La Santísima Virgen predestinada    desde  toda    la    eternidad;  como Madre  de   Dios ,...fue  en  la  tierra   la Madre  excelsa    del    Divino  Redentor... padeciendo  con  su Hijo  cuando moría en la cruz, cooperó   de    forma   del  todo  singular a  la OBRA del Salvador con la obediencia, la fe, la Esperanza  y su    ardiente  caridad  con  el   fin   de  restaurar  la  vida  sobrenatural de  las almas. Por eso es nuestra Madre en el orden de la gracia".

 

Así,  a  semejanza de   lo que  ocurre en la   maternidad  natural,  la Santísima Virgen, unida  a   la fuerza  del  Altísimo,  ha   dado  a   los hombres la vida sobrenatural de sus almas que  es la gracia  santificante;  en orden  a   RESTAURAR  o  comunicar   de nuevo   algo que se  había    perdido  y  generosamente    asociada  a   su   Hijo  Redentor. El Concilio concreta, con   puntos  de  vista  de  María:  concepción,  nacimiento,  alimentación,  presentación  en el

templo  al  Padre  celestial   y   compasión  con  su  Hijo  que   muere  en  la  cruz. La  Virgen Santísima, Madre del divino Redentor es también Madre nuestra.

 

Siguiendo   al   Concilio,  podemos  decir  que  la  Santísima  Virgen   en su actuación, ENTREGADA   del   todo   a   la   voluntad   de   Dios,  como   humilde  esclava   del    Señor, creyendo, esperando   y    amando.  Obró   con    aspecto   materno,  como verdadera  Madre, aunque   Madre   espiritual,  que busca  sólo  agradar  a  Dios y  cuyo elemento principal es  el amor.   Por  esto,  los que nacen   a  esta  vida sobrenatural  son "Hijos de Dios" e Hijos de  la Virgen". De Cristo en cuanto hombre, somos hermanos del "Hermano Mayor".

 

Pero  hay  otra causa más importante  para  considerar  a  María  nuestra   Madre:  Ella es   la  Madre  de  ese  Cuerpo  Místico  que  formamos todos los bautizados,  que es  la Iglesia. Pablo   VI,   apoyado  en  su  pleno  derecho   de  Vicario  de  Cristo,  entre   las aclamaciones fervorosas  de  la   inmensa  mayoría   de   los  Padres   Conciliares  dijo:  La Santísima Virgen no había de ser impedimento para la unión con los hermanos separados.

 

Un   precioso   texto  de   San   Agustín,  comienza    así   en   el  capítulo   VIII   de la Constitución   dogmática   sobre  la   Iglesia:  "(La Virgen)  es  con   toda  verdad madre de los miembros  ( de Cristo)   por haber  cooperado  con  el  amor   a   que   naciesen  en la Iglesia los   fieles,  que   son   los  miembros  de   aquella  Cabeza".  No  se  trata simplemente  de  la maternidad espiritual de María, sino real y material.

 

La   Santísima   Virgen,  no  concibió  a  Jesús  solamente  para  que  fuese hombre, sino para    que  con  aquella  Humanidad  Santísima,  que  de  su  seno inmaculado tomaba, fuese el Salvador   de   los   hombres,  después  del   consentimiento  de  María  al  ángel,  al  aceptar  su      mensaje. Por eso, la Virgen es Madre de la Iglesia.

 

Todo   esto,  lo  enseña  brevemente    San  Pío X:   "En el  mismo  seno de  la castísima Madre,  Cristo  no  sólo   tomó   para    carne,  sino  que  a  su  vez  juntó un cuerpo espiritual formado   por  aquellos  que   habían  de  creer  en   El  {..}   somos miembros  de   su   cuerpo, carne   suya  y   huesos  suyos,  ( como  dice  el  Apóstol) hemos salido del  seno  de María, a la manera de un cuerpo unido a la cabeza ".

 

A esto hemos de responder con la expresión ferviente de Benedicto XIV: "La Iglesia Católica, enseñada por el magisterio del Espíritu Santo, siempre con grandísimo empeño ha pretendido no sólo honrar (a la Stma. Virgen con obsequios ferventísimos como Madre de su Señor y Redentor, sino amarla con afecto de piedad filial como a Madre amantísima'.

 

El P. P. Llamera O. P. utiliza expresiones muy profundas, al decir que "coexiste con Jesús desde la Encarnación su cuerpo místico" y desarrolla la idea de su gracia maternal, por predestinación y derecho. Otro autor, P. Royo Marín O. P. dice: "Nuestro alumbramiento como hijos espirituales de María comenzó en el portal de Belén, al dar a luz a Cristo, nuestra Cabeza. Pero no se completó hasta el Calvario cuando se consumó de hecho la redención del mundo por Jesucristo Redentor y María Corredentora". Ya se ha dicho que el medio normal para la aplicación de la Redención a cada uno es el santo Bautismo. Por él cada uno es miembro de la Santa Iglesia y de hecho tiene ya por Madre a la Virgen.

 

San Juan, (Ap. XII), vio a la Iglesia en el seno de María. Es decir, María aunque glorificada y en el cielo, sigue siendo Madre, sigue llevando en su seno a un Hijo, al Cuerpo Místico lo sigue dando a luz. ¡ Toda la Iglesia está en el seno de la Madre!

  

DEBERES PARA CON NUESTRA MADRE

 

Esta corta obra del P. Francisco Segarra S. J. MARIA, MADRE NUESTRA, que estoy presentando como testimonio de nuestra pertenencia a Ella e hijos verdaderos, nos hace ver nuestros deberes hacia Ella, si queremos ser fieles, teniendo presentes la grandeza inefable de nuestra Madre.

 

Recordemos las Tres Divinas personas:

 

EL PADRE: El Eterno Padre ha querido hacer a la Santísima Virgen la criatura más semejante a Sí mismo. a) Él es el verdadero Padre del Verbo y Ella la verdadera Madre. b) La ha hecho por la gracia su semejante, de su naturaleza divina, más que a todos los ángeles y santos juntos. La Virgen es ¡Hija por excelencia del Padre Celestial ! Por eso María es, la Corredentora del linaje humano y Dispensadora de todas las gracIas.

 

El HIJO: También el Hijo se ha complacido en hacer a la Virgen la criatura más semejante a Sí. En efecto: a) El Verbo Eterno es engendrado en pureza desde la eternidad,  y la Virgen desde el primer instante de su concepción. ¡La única entre las puras criaturas descendientes de Adán!

 

EL ESPÍRITU SANTO. Igualmente el Espíritu Santo ha querido hacer a la Virgen su criatura más semejante. Nada menos que la ha escogido para Esposa suya. Esposa de Dios y ha querido que su Esposa se le asemeje, sobre todo en el amor. Así podemos con toda verdad decir al final del Rosario: Dios te salve, Hija de Dios Padre... Dios te salve,  Madre  de Dios  Hijo... Dios te salve, Esposa del Espíritu Santo...

 

En el libro titulado "Camino" de San José María Escrivá de Balaguer, se leen estas hermosas palabras: "Canta a la Virgen Inmaculada, recordándole: Dios te salve, María, Hija de Dios Padre; Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo; Dios te salve, María, Esposa de Dios, Espíritu Santo... ¡Más Que tú. sólo Dios!".

 

Pero tenemos que llegar por experiencia a conocer que durante nuestra vida mortal somos niños pequeños, la mayoría de edad la alcanzaremos en el cielo. Jesús nos dice en el Evangelio: " si no os hiciereis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos ". o estas otras: "Fuera de mí nada podéis hacer ". Y lleno de misericordia nos da su misma Madre para que cuide de nosotros. Así es que, hemos de sentimos en realidad hijos pequeños para con Ella. Por consiguiente el niño pequeño DESCANSA en el regazo de su madre, nosotros  hemos de descansar en la protección eficaz  y amorosa de la Virgen, nuestra Madre. En su corazón de Madre hemos de colocar nuestra segura mansión. Así todo nuestro cuidado toca, a nuestra madre la Virgen.

 

¡Qué plan tan admirable el de Dios! Esta gran Señora, que Dios quiere sea nuestra Madre y por la que quiere nos vengan todas las gracias, es al mismo tiempo la Madre de Dios. Así es que cada uno puede repetir lo que decía San Estanislao de Koska: "¡La Madre de Dios es mi madre! ¡Dios y yo somos hermanos! Jesús es no sólo mi amigo, sino mi hermano también!".

 

Enseñados por nuestra Madre la Iglesia, hemos de mirar a la Virgen como fuente de dulzura, ya que nos dice en la hermosísima oración de la Salve, invocándola: "Vida, DULZURA Y esperanza nuestra" para terminar con esta otra: "Oh DULCE  siempre Virgen María!". Por lo tanto, la dulzura es conveniente para los niños menores de edad  que peregrinamos por este árido desierto necesitamos de una FUENTE CAUDALOSA de dulzura, que es la devoción a la Virgen Santísima. Cuanto más difíciles sean los momentos de nuestra vida, tanto más hemos de acudir a Ella.

 

Pero a la Madre se acude como hijos; y a María acudiremos como pequeños hasta llegar a la edad viril. Por eso, nos debemos recordar la hora de nuestra muerte que es el nacimiento a la eternidad, momento en que está interesada la gracia de las gracias, ¡la perseverancia final!. Los Sumos Pontífices se esfuerzan por inculcar el rezo del santo Rosario. Quien reza cada día, aunque sólo sea una parte del Rosario, eleva por lo menos cincuenta veces a la Santísima Virgen esta emocionante súplica: "¡Santa María, Madre de Dios! Ruega por nosotros pecadores, ahora y EN LA HORA DE NUESTRA MUERTE. Amén." Una madre, a quien cada día su hijo le pide cincuenta veces lo menos, algo que ella le puede conceder ¿dejará de atenderle y se hará sorda a sus súplicas? Cuán alejado estaba de tales pensamiento el Santo que nos enseñó a repetir:

 

"Acordaos, oh piadosísima Virgen María! Que jamás se oyó decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo  ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes! Y aunque gimiendo bajo e/ peso de mis pecados, me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana. ¡Oh Madre de bondad! No despreciéis mis súplicas; antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente. Así sea”.

 

Por Ella el Hijo de Dios se hace carne y nos adorna con la vestidura divina de su gracia. Esta es la obra por excelencia del amor de nuestro Señor. Pero en esta obra no está sólo Jesús, OTRO hay,  que con Jesucristo actúa en este sublime negocio. Ni un ángel, ni un arcángel... ¡Es María, Madre de Dios y Madre nuestra!.Nosotros, acomodándonos a los gustos y planes de Dios, tampoco hemos de prescindir de la Santísima Virgen en la aplicación de la obras de la Redención. DOS nos han redimido: Jesús y María.

 

Ha de ser imprescindible, en nosotros la devoción a la Santísima Virgen, vivida de todo corazón. Del conocimiento de las grandezas sublimes de la Virgen brotará una vida mariana en nuestra voluntad, una profunda admiración y reverencia de sus divinas prerrogativas y con estupor contemplaremos cómo toda criatura es inferior a la Virgen. Un amor sin límites brotará a medida que amemos más a Dios y amaremos a la Santísima Virgen, nuestra Madre, amaremos también  a la Iglesia,  porque Ella  es  también   Madre de la Iglesia.

 

Al vemos  nosotros tan  necesitados  le invocaremos. ¡Oh Madre, no permitas que haya tanta  desemejanza entre los dos y  nacerá entre  nosotros la imitación en su manera de ser y de obrar.