Hermandad de Ntra. Sra. de la Hermosa |
|
Septiembre 2008. Fuente de Cantos |
||
“Maestro,
enséñanos a orar” Juan Ramírez García
________________
Septiembre 2008 Se nos presentan muchas veces en la vida algunos
momentos y detalles que hacen reflexionar sobre las peticiones que hacemos a
Cristo, a Recientemente hemos pasado dos
acontecimientos deportivos importantes: El campeonato de Europa de Fútbol, tan
exitoso, y las Olimpiadas. En ellos hemos podido ver como algunos jugadores o
atletas, hacen Reflexionemos, pues, sobre los temas más
frecuentes en nuestras peticiones: Que nos toque Si pedimos que nuestro equipo gane una
competición, estamos pidiendo quizás una injusticia solicitando la intercesión Divina
porque, si somos los beneficiados, indudablemente hay un equipo perjudicado.
Por eso, cuando un equipo vencedor, ofrece el trofeo a Lleva razón, a mi juicio, nuestro
veterano seleccionador al hacer tan
categórica afirmación. Bastante preocupados estarán allá arriba con
intentar evitar las guerras, el hambre y las muchas catástrofes de la
naturaleza: terremotos, huracanes, inundaciones etc, con pérdidas irreparables de vidas humanas,
como para preocuparse de estas nimiedades Creo que nuestras peticiones deben estar
limitadas a muy pocas en concreto, a
saber: Que no ocurran las calamidades antes citadas, la salud para nosotros y
los demás, la paz, que se corrijan las enormes desigualdades que hay en el
mundo, y que ilumine a aquellas personas que tienen en sus manos el bienestar
de los demás y trabajan por conseguir una sociedad más justa y equilibrada. Y
aquí entramos todos y todas, aunque nuestro rol en la sociedad nos parezca el
más insignificante en comparación con los que ocupan puestos y cargos
importantes, pues Dios ha puesto en
nuestras manos las suficientes cualidades para que seamos instrumentos de su
voluntad Divina y en ese papel figuran, por poner un ejemplo, desde el más
humilde obrero hasta el propio Rey Me viene a la memoria, a raíz de esto,
un relato que leí no sé dónde, pero que me causó una gran impresión y me hizo
reflexionar profundamente sobre la intervención Divina y que más o menos decía
así: “Había comenzado a llover, el río se
había desbordado y había anegado una manzana de casas. A la vivienda de una
señora mayor, llegó “No abandono mi casa porque confío en Dios”. El agua siguió subiendo y la señora tuvo
que subirse al primer piso. Vinieron entonces los de Protección Civil con un
bote y la invitaron a subirse porque se preveía que la cosa fuera a más. La
mujer le dio la misma contestación que a los policías “Sigo confiando en Dios y no abandono mi
casa”. Efectivamente, el nivel del agua hizo
que la señora tuviera que subir a la azotea, y el helicóptero de los bomberos
acudió a rescatarla. La pobre mujer seguía confiando en Dios y así se lo hizo
saber a los bomberos: “Mi confianza en Dios es infinita y él
hará que las aguas vuelvan a su cauce” Ocurrió lo inevitable; el agua siguió
subiendo y la señora se ahogó. Cuando llegó a la presencia Divina, la
mujer le presentó las quejas a Dios por su “presunto” abandono: “Parece mentira, Dios mío, con lo que yo
confiaba en Tí y no has evitado que me ahogara”. A lo que el Padre Eterno le contestó: “¿Qué más he podido hacer por tí?,
Primero te mandé a Este relato, nos demuestra que muchas cosas que pedimos en nuestras
oraciones, está en nuestras manos alcanzarlas con nuestro esfuerzo, trabajo,
voluntad, comprensión y mucho amor y respeto hacia los demás, simplemente
haciendo que funcionen todas las facultades que Dios nos ha dado y emplearlas
sin egoísmos ni como instrumentos para colmar nuestras ambiciones particulares,
que nos hacen que no nos podamos sentir plenamente felices. Pidamos, pues, por las cosas que he mencionado y, más que
pedir, lo que debemos hacer es dar
las gracias a Dios a El divino Maestro, cuando los Apóstoles le pidieron
que les enseñara a orar, dio una lección de lo que hay que pedir: “Hágase tu
voluntad”..., “Danos hoy el pan nuestro
de cada día”...”Líbranos del mal”. A raíz de mi pregón de Semana Santa de este año,
una persona muy querida por mí, me dijo que: “le había dedicado un soneto a
cada una de las Cofradías de Penitencia y Nunca te pido nada, Virgen mía, sólo
acudo a tu reja para verte, porque
tengo bastante con quererte, y que
llenes mi vida de alegría. En lugar de pedir te ofrecería, mi
corazón, mi alma por tenerte, cerca de
mi, no cabe mejor suerte, que gozar de tu eterna compañía. Nunca te pido nada, ya lo sabes, porque tengo tu ermita inmaculada, tu procesión y tu solemne salve. Tengo además, Hermosa, tu mirada de Patrona, de Virgen y de Madre. ¿Qué más puedo tener?...no pido
nada.
|