Hermandad de Ntra. Sra. de la Hermosa    

           Septiembre 2008. Fuente de Cantos

 
         
 

Nuestros mayores

 

Antonio Pérez Sáenz

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De nuevo me solicita mi amigo, y hermano mayor de la Hermandad de la Hermosa, Paco Miranda, un artículo para la Revista, lo que constituye para mí un verdadero honor. En esta especial ocasión, y dadas las circunstancias, quiero dedicarle este humilde artículo a Juanma, nuestro querido amigo hermano mayor de esta hermandad que apenas tuvo tiempo de despedirse para partir hacia otro destino en el que estamos seguros, porque lo conocemos bien, que con su guitarra en bandolera y su corazón lleno de ilusiones seguirá desempeñando aquellos cometidos que le marque su madre del cielo, la Virgen de la Hermosa.

 

 

Confidencias en un banco.

 

        Caminábamos, en Fuengirola, buscando una sombra  y un banco para descansar un poco tras el palizón del largo deambular entre la inmensidad de objetos antiguos de todas las clases que componen el mercadillo semanal en esta bella población malagueña. Muy cerca encontramos una plaza con los requisitos solicitados por nuestros cansados cuerpos. Un banco en plena sombra, bajo el cobijo de un frondoso y generoso nogal. Ya relajados y repuestos un poco de la paliza, hablábamos de las cosas que ocurren en nuestro quehacer cotidiano, cuando observamos que una persona mayor, se acercaba, con paso muy lento ayudada por un bastón. Pasó de largo muy cerca de nosotros y comentamos que, a pesar de ser mayor y encontrarse en no muy buenas condiciones físicas, tenía agallas para pasear y no era de las que se encerraban en casa. De cuando en cuando se paraba, miraba a ambos lados y, tras descansar un poco, reanudaba su camino con su habitual balanceo. Se fue perdiendo por el lado contrario de la plaza  y a medida que la fuimos perdiendo de vista volvimos a hablar de nuestras cosas. De repente cuando ya la habíamos olvidado volvió a aparecer de nuevo por donde había venido (llegamos a la conclusión de que había dado la vuelta a la plaza) y esta vez, con cierta alegría por nuestra parte pues había sido fruto de nuestra observación, se dirigió a nosotros como pidiéndonos permiso para poder sentarse dado el cansancio que traía y el buen sitio del que disfrutábamos. Con mucho gusto accedimos y al verla tan mayor le ofrecimos un poco de conversación, creciendo con la misma la confianza entre nosotros. Le preguntamos si vivía por allí y si era de Fuengirola. Como era una persona muy sociable comenzamos a conocernos con facilidad. Así supimos que era de un pueblo de Huelva, una viuda encantadora de unos ochenta años de las que no se cortan al hablar. Nos dijo que el estar en Fuengirola se debía a que tenía una hija allí y que en este momento le “tocaba” vivir con ella. Es de esos casos de  personas mayores, ya solas, en los que al sentirse algo indispuesta los hijos acuerdan repartirse la “carga” (expresión lamentable que realmente se produce) que suponía el cuidar a su madre. Dicho esto y terminadas las presentaciones por ambas partes se levantó y dio otra vuelta a la plaza, llegando de nuevo hasta nosotros y ya con más confianza se volvió a sentar. Hay un dicho que dice que “hablando se entiende la gente” y yo le añadiría que también se coge más confianza. En esta ocasión nos comentó que tenía cuatro hijos, tres hembras y un varón, todos ellos, según ella, felizmente casados y con hijos, que acababa de llegar a Fuengirola hacía sólo unos días porque ya había cumplido su tiempo en el “destino” anterior y que todos los días, para evitar molestias, se salía de casa para que su hija pudiese hacer los quehaceres ordinarios sin estorbo alguno y que por eso estaba habituada a este paseo diario y a sentarse habitualmente en este banco (entendimos que ese banco que nosotros habíamos cogido casualmente, era su banco de todos los días). Tras estas nuevas declaraciones sobre su vida cogió de nuevo su bastón y volvió a repetir la vuelta a la plaza como si se tratase de una deportista que tiene que recorrer la distancia prevista en su entrenamiento diario. Volvimos a admirar su fuerza de voluntad pues le costaba mucho esfuerzo cada vuelta y llegaba al banco realmente cansada después de finalizar cada etapa de su paseo. A la tercera va la vencida y ya la recibimos en el banco como a una vieja amiga tras los contactos anteriores. Y comenzó a profundizar en su vida. Nos confesó que no estaba igual en cada casa. Que algunas de sus hijas se portaban y la cuidaban mejor que otras y que ella era consciente de que a alguna de sus hijas no les gustaba tenerla en casa e incluso también detectó algunos problemas con algunas de su nietas, porque los pisos eran pequeños y algo de espacio y de intimidad les robaba. Pero ella aunque, a veces notaba que sobraba, no lo aparentaba, lo sufría por dentro, para evitar que sus hijas se enfadaran. Pero ella se alegraba mucho cuando sabía que le tocaba la hija que a ella le gustaba y que sabía que allí era bien recibida. Nos confesó que su casa, la del pueblo la había vendido al morir su marido y su importe lo había repartido entre todos sus hijos, de ahí que tuviese que estar de casa en casa. Nos abrió los ojos una vez más de la injusticia que se da en muchos casos con las personas mayores. Lo han hecho todo por sus hijos, en especial entregar el amor que toda madre profesa. Hasta vendió su vivienda, de lo que ahora se arrepiente pues nos confiesa que ella donde estaría mejor era en su casa que es donde había sido muy feliz en su vida. Ahora, al no tener casa propia. tiene que “mendigar” su morada y sufrir humillaciones que procura no se le note para evitar que sus hijas sufran. Admirable la maternidad en toda su extensión y sobresaliente el comportamiento de una madre y abuela que lo entrega todo a cambio de nada, ni siquiera teniendo el cariño que todos necesitamos en nuestra vida como fuente de energía para poder seguir viviendo con dignidad. En estos momentos leo en la prensa una noticia terrible “ Unos familiares han abandonado en la puerta de un residencia a su anciana madre”. La causa parece ser que la madre vendió, en su día,  su vivienda y el dinero lo repartió entre sus hijos, pero ahora los que la tienen exigen también que les entregue sus ahorros. Al no aceptar la ponen de patitas en la calle, en la puerta de una Residencia de Mayores”.  Nosotros, querida amiga de Fuengirola, le vamos a pedir, a nuestra Virgen de la Hermosa de Fuente de Cantos, que como Madre comprensiva y sufridora, te ayude para que tu vida siga siendo digna y llena de sentimientos y te prometemos querida madre-abuela que nos sentaremos de nuevo en tu banco y estaremos atentos para poder verte de nuevo y, ¡ojalá¡ podamos escuchar de ti palabras de agradecimiento a tus seres queridos como muestra de que la situación ha mejorado que sería el mejor regalo para nuestros oídos querida señora, nuestra amiga de banco de Fuengirola. Un abrazo de Antonio y Maribel.