Hermandad de Ntra. Sra. de la Hermosa    

           Septiembre 2008. Fuente de Cantos

 
         
 

Viaje a Bélgica y Holanda

 

F. GARCÍA

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¡Qué pronto pasó el año! De nuevo nos vimos montados en el LEDA, casi los mismos, algunos distintos. ¡Qué alegría que vengan!.

 

Eran las 10.30 de la noche del viernes día 4 de julio, por ser tan buena hora, mucha gente vino a despedirnos, hermanos, hijos, nietos… adiós bueno viaje… La noche por carretera se nos hizo corta, desayuno en ruta… ¿Ceniyuno? Ya que eran las 3 de la mañana cuando nos tomábamos el “cafelito” con dulces (a esas horas la tostadora descansa); todo es motivo de risas, así sienta mejor.

 

Llegamos al aeropuerto de Madrid, conocimos a la guía: Concha Burgos (como la de los zapatos “Pilar Burgos”) casi paisana, dijo haber pasado en Badajoz dos años de sus vida, los mejores, 17 y 18 años.

 

El bicharraco nos engulló a las 7 de la mañana, ¡qué temprano para volar!, una compañía extranjera, no entendíamos nada, suponíamos (señores pasajeros con destino a Bruselas, abróchense los cinturones, tenga el carnet a mano, etc). Hubo turbulencias, un par de ellas, para despertarnos ¡Qué bien llegamos a Bruselas!, soltamos maletas y andar y ver, una cosa: llevábamos sueño para parar un tren, en el autobús todo el mundo cabeceaba, hasta se oyó roncar, pobre guía, habla que te habla, bonito, precioso, la catedral, la calle de los gremios, el Atomium… de todo tenemos fotos, para demostrar que lo vimos. Estábamos deseando acostarnos, mañana lo veremos todo con más detalle.

 

El domingo después de desayunar (¡Qué buenos desayunos!) fuimos a Lovaina, la guía decía Lovaiña, como siempre el nombre se prestaba a risas, eres un “Lovaina”, “a ver si te bañas”…

 

En Lovaina nos impresionó el ayuntamiento, lleno de estatuas y banderas que le daban brillo y colorido; es un monumento del siglo XV, pero parecía que lo hubieran terminado ayer.

 

Frente a él estaba la iglesia de San Pedro, preciosa obra también, y como era domingo y la misa acababa de empezar, pues entramos y la escuchamos. La dijeron en flamenco, pero la seguimos muy bien, el coro lo componían 10 señores enchaquetados, que cantaban regular (francamente), pero era tal el recogimiento y la solemnidad que allí se respiraba que salimos admirados.

 

Tras el almuerzo visitamos Gante, la ciudad donde nació Carlos V; vimos el castillo, otra catedral, la de San Bavón, cuadros, torres, parques… Gante es parecido a Brujas, decía la guía: “Bruja es más medieval, Gante es más moderna”.  Tanto nos gustó esta ciudad que después de cenar dimos otro paseo (libre) para verla iluminada. Había poco ambiente callejero (al día siguiente era lunes), de todas maneras aquí se acuesta la gente muy temprano.

 

Después del desayuno fuimos a Malinas (mira que el nombre… ¿qué nombre recibirán los de este pueblo? ¿malinos?). En sus tiempos esta ciudad fue capital de los Países Bajos, está llena de iglesias, conventos y beaterios; estábamos deseando verlos, pues dentro de ellos “no llovía”¡Qué llueve por ahí, Señor!.

Es muy difícil después de haber visto tantas catedrales que alguna llame la atención, pero en esta ciudad, la catedral de San Romualdo tenía un púlpito de impresión, rococó purito; no nos subimos a él porque tenía “alarma” y nos hubieran llamado la atención; entre otras cualidades que tiene nuestro grupo es la de ser discretos “al máximo”.

 

Las torres de 100 metros o de 180 metros se ven altísimas por el efecto de llanura donde están construidas. He de contaros que estos países y los demás que visitamos son de una planicie total, es verdad que cada excursión que hacemos tiene siempre una nota dominante, el año pasado dominaban las montañas y este año la llanura, todo, todo absolutamente, todo lo que vimos es llano, por algo se llaman los Países  Bajos.

 

Ya estamos todos  descansando y ávidos de aventuras, estos días, las cosas que vimos todas de gran valor e interés cultural y turístico, no nos sorprendieron por el parecido que encontrábamos con otras ciudades e iglesias que ya habíamos visto y por la lluvia “¡qué de agua por Dios!”.

 

Hoy dormimos en  Amberes: el tercer puerto de importancia en el mundo, con más de cincuenta kilómetros de muelles; la guía ambersiana, enamorada de su ciudad, nos habló con tanto entusiasmo de ella, que a mi particularmente me atrajo mucho (se entiende su parla).

 

Además del magnífico puerto, sus barcos, sus cuatrocientos mil puestos de trabajo, su desarrollo económico y su patrimonio cultural y artístico, tiene una leyenda muy simpática: Cuentan que hace muchos, muchos años… en las orillas del río Escalda, vivía un gigante que tenía aterrorizados a todos los habitantes. Antigoón, que así se llamaba, sorprendía a los barqueros que por allí pasaban y les cortaba la mano derecha, arrojándolas al río; hasta que llegó el joven valiente Silius Bravo, sobrino de Julio César que venció a Antigoón y lo castigó de la misma manera que él había hecho con los demás, cortándole la mano derecha y arrojándola al río. La guía además agregó a la leyenda que aún sigue el espíritu del gigante rondando las calles de Amberes y sorprende a los borrachos en las noches oscuras y frías a la salida de los bares, propinándoles un golpe en la cabeza, con lo cual a todos los que se pasan con la bebida les duele la cabeza al día siguiente. Leyenda o no la verdad es que en la plaza mayor (Grote Markt) puede verse una soberbia fuente con una estatua de Silius Bravo.

 

La ciudad de Middelburg nos gustó mucho por sus puentes medievales (algunos ya solo monumentos), los vimos abrir y dejar pasar barcos, cerrar y pasar personas y bicis (¡cuántas bicicletas hay en Middelburg!); una iglesia con torre octogonal, otra con una torre larga, la “Longe Jan” y un ayuntamiento precioso con 25 estatuas de condes y condesas de Zeelandia. No probamos el pescado crudo, aunque nos aseguraron que estaba riquísimo.

 

Las comidas muy bien presentadas…pero donde se pone un buen cocido de garbanzos…que se quiten los arenques crudos; nos lo comíamos todo: salsas, sopas con pimientas, pescados muchos y muy buenos, postres de helados… ¡Ah! Y mantequillas con el pan, cantidades industriales, ¡un poco más gorditos sí que venimos!.

 

Después del almuerzo fuimos a ver la desembocadura del Rinh y conocimos el plan Delta, obra maestra donde las haya, construida entre 1957 y 1981. Siete diques, de 40 metros de altura y una barrera contra las mareas de 11 metros y medio, por 80 metros de ancho y 700 kilómetros de costa, 15.000 hectáreas de nuevas tierras y un lago de agua dulce de 80 km. Cuadrados (esto es lo que dicen los libros).

 

Como yo lo vi y lo sentí, una obra de los hombres contra la naturaleza, a la que hoy por hoy le han ganado la batalla, tierra cultivable, de incalculable valor: trigo, cebada… flores, casas y una población envidiable, y muchos más “-ables que tuviera. Viajábamos por la carretera, con el agua a los dos lados y más alta que nosotros, a un lado el mar salado y al otro el agua dulce ¡qué maravilla!

 

Nuevamente llegamos a Amberes, y admiramos la catedral de “Nuestra Señora”, una magnífica obra de construcción barroca que obtuvo el rango de catedral a partir de 1559, tras haber sufridos un montón de derrumbes y saqueos, pero volviendo a reconstruirse y agregando cada vez más naves de tal manera que ha llegado a ser la mayor obra del “gótico bravantón” (esto es cultura, ¿eh?).

 

Aquí pudimos contemplar cuatro magníficos cuadros de Paul Rubens, artista ambersiano, famoso en mundo entero y otro púlpito ¡pedazo de púlpito, mayor que el de Malinas! La base y el ambón representan la difusión de la en los cuatro continentes. Es de impresión, imaginábamos a Don Julio (Q.P.D.) ¡lo que hubiera dicho ahí!.

 

El miércoles día 9 está previsto subir al Euromast, sentimos algo de nervios pues a “esto” que vamos a subir, es casi un avión, pero redondo, una especie de mirador de 185 metros de altura. Se sube en ascensor 100m. y allí te montas en una cabina de cristal para admirar sobre el puerto de Rótterdam (1º de Europa) las vistas más bonitas que imagines; esta cabina va rotando y ascendiendo hasta casi los 200m. que tiene y luego baja, un poco de cosquillas pero bien (casi todos nos montamos y “algunas dos veces”).

 

Llegamos a Delft, bonita, bonita,… ¡qué plaza! ¡de cuentos!, en el ayuntamiento (he de decir que todos a cual más vistos, lleno de banderas y tanto color con sus tejaditos de picos, sus torres, sus figuras doradas… parecían más iglesias que ayuntamientos). Una boda ¡qué guay! Los invitados más sencillos y menos ruidosos, la novia, como todas de blanco y radiante… por poco si estamos allí todavía las mujeres (los hombres a las cervezas por su puesto). Fuimos a las tiendas, la porcelana azul una maravilla (¡qué cara!).

 

La mañana pasaba sin lluvia (un alivio) comimos al lado de la playa de la Haya. Después de comer una panorámica de esta ciudad que en otro tiempo fue la capital de Holanda. Una visita sorprendente fue al parque de Madurodan, sino se ve no se cree (y así varias de las cosas que vimos este año “increíbles”) es una ciudad en miniatura, con los mejores y más representativos monumentos, ríos, lagos, puentes, barcos, coches, grúas… en movimiento. El mantenimiento de este parque lo llevan a cabo 35 personas. Todo está a escala 1.25, o sea, todo es 25 veces más pequeño que en la realidad, si estuviera más cerca llevaba a mis niños de excursión el año que viene.

 

Otro poco de autobús nos llevó a Ámsterdam (aquí pasaremos tres días). Después de cenar nos montamos en un barco, todo transparente (ventanas y techo) llovía fuera, aquí se iba bien, mesas de cuatro, con vino y queso a discreción (claro “que después de cenar…”). Un paseo de casi dos horas por los canales iluminados nos dio una idea de la ciudad que íbamos a ver mañana ¡qué bien!.

 

El jueves (llovía), paseamos el mercado flotante de flores, y compramos papas o bulbos de tulipanes “¡qué peso traemos en las maletas!”. También visitamos una fábrica de tallado de diamantes, donde aprendimos el proceso que va del diamante en bruto hasta la conversión de diamante fino a brillante, aprendimos los precios que van de 1000 € a…  infinito, según los cortes que den al cristal y digo yo: “una vez que lo tienes puesto en el dedo, las orejas o el cuello ¿quién va a contar si tiene 25 o 130 cortes?” ¡Qué mal rato pasaron algunos, en una sala, cerrada, ellos arrimados a la pared, ellas arrimadas a los diamantes… ¡qué nervios! ¡y qué ganas que se abrieran las puertas! (decían que para ir al lavabo… si, si). Algunos compraron.

 

Fuimos a almorzar a un pueblo marinero situado en el antiguo Zuidersee, Voledan (¡qué bonito!, perdonad que repita tanto “bonito”, los chicos de ahora dirían: “guapo, guapo”, pero yo no soy de ahora). Me gustaría poner fotos para que os hicierais ideas, casitas como las que pintamos, cuadrados y triángulos con sus dos ventanas a los lados, un pequeño jardín delante y otro detrás, cuidados de tal manera y con tantas flores, que daban ganas de quedarse allí a vivir (unos días). Aquí compramos un montón de recuerdos (zuecos de porcelana, imanes con forma de molino para los frigoríficos… como auténticos turistas que somos). Otro pueblo marinero y cerquita de éste y llamado Marken también fue visitado y retratado, era igual de bonito pero más aburrido que Voledan, puesto que no tenía tantas tiendas. Sus habitantes eran de religión protestante (el otro era cristiano).

 

Volvimos a Ámsterdam, cena y sobremesa, las sobremesas nocturnas las hicimos divertidas a fuerza de chistes y anécdotas verídicas. El viernes nos esperaba otra de esas visitas sorprendentes e increíbles que ya dije que encontramos en este viaje “Subasta Internacional de Flores de Aalsmeer”, de donde salen toda clase de flores hacia todo el mundo. Esto no se puede contar hay que verlo; en una superficie de 1 millón de metros cuadrados, todas las flores que seáis capaces de imaginar, montadas en cajones, y carretillas que iban de un lado a otro en cintas transportadoras, 1800 operarios pegaban etiquetas en esas cajas y en tres salas (tan grandes como los antiguos cines), personas subastando en sus ordenadores y frente a ellos  unas pizarras digitales que marcaban en relojes grandes y rojos el alza o baja de cada una de esas cajas, todo a una velocidad bastante acelerada ¡qué ataque de nervios! ¡cómo se entenderán!. Yo me veía allí poniendo etiquetas equivocadas y mandando a España lo que iba a la China… un lío.

 

Fuimos después a tierras de molinos, esto al menos en postales nos suena, pero es una delicia ¡qué paisaje!. Entramos en un molino de aceite y lo vimos funcionando. Éste y unos cuantos más los mantienen en perfecto estado de conservación y funcionan para el recuerdo y el deleite del turismo, en sus tiempos más de 1000 molinos hicieron de la región de Zaan el primer parque industrial del mundo. La asociación, que conserva apenas una docena de ellos, posee también un Museo del Molino para las personas que quieran saber más sobre el tema.

 

Esta tarde tomamos café en una cafetería de la calle comercial, tenían nombres como Klaprozenweg, todas terminadas en “-weg ¡qué nombrecitos!. Había que subir en un ascensor público, unas 30 personas por viajes, ¡qué vistas más fabulosas! Casi todo Ámsterdam, sus torres, sus edificios, su cielo “nublado”…

 

Antes de llegar al hotel, Concha Burgos (excelente guía por cierto) nos había prometido una visita al “Barrio Rojo” (fuera de programa). La curiosidad nos podía, y se translucía en risas y chistes, algunos improvisados y sobre la marcha, la marcha rápida (de algunos más que de otros). No nos gustó, decepciona  y entristece (y a eso no hemos venido), más de la mitad de los escaparates estaban cerrados y los que estaban abiertos exhibían chicas jóvenes, viejas, descaradas, tímidas… en fin, que si vais por allí mejor otros barrios que ese.

 

Cena y maleta, mañana sábado el regreso. Amaneció lloviendo ¡como no!, preparamos y dispusimos por libre ir al “Museum de Rembrans” frente a la casa de los diamantes ¡qué peligro!. Muchísimos cuadros, esculturas, miniaturas… pasamos dos horas estupendas, demasiada gente para mi gusto. Al salir bailamos sevillanas y cantamos “Viva España” (de Manolo Escobar); este año hemos cantado poco, la culpa la tienen los/las guías ¡Qué hablan!, de todas formas, el “Viva España” y “Campeones” por todos los pueblos y ciudades.

 

Almuerzo, compras y nervios, se iba acercando la hora de “volar” y eso impone un poco. En el aeropuerto por poco pierdo el carné ¡qué ratito Señor!.

 

El autobús de vuelta pesado, pesado; algunos durmieron, otros protestaron, pero al fin llegamos, el “Himno a la Hermosa” (también lo cantamos a la ida) sonaba con ronqueras y cansancios, pero en el fondo de cada uno de nosotros la alegría y el agradecimiento también se notaba.

 

Gracias a la Virgen, y como siempre gracias a Paco Miranda, que dedica mucho tiempo y ganas a que estos viajes nos llenen de recuerdos y alegrías para todo el año, yo diría que para todas nuestras vidas.

 

P.D. Perdonad lo extenso, la verdad que los que han venido saben que aún hay más. Un abrazo.