Hermandad de Ntra. Sra. de la Hermosa |
|
Septiembre 2009. Fuente de Cantos |
||
"Abre las alas y vuela"
José Ángel Araújo López ______________________
Queridos paisanos: un año más celebramos la festividad de la Virgen de la Hermosa y en esta ocasión me gustaría compartir con vosotros este sencillo artículo donde presento una fábula que he trabajado este año con mis alumnos y que creo que a todos nos puede ayudar. La asignatura más importante de la vida es nuestro propio crecimiento personal, y sobre ello, versa este hermoso cuento que dice así:
Érase una vez un granjero que, mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho malherido. Se lo llevó a su casa, lo curó y lo introdujo en su corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a comportarse como ellos. Un día, un naturalista que pasaba por allí le preguntó al granjero:
- ¿Por qué ese águila, el rey de todas las aves, permanece encerrado en el corral con los pollos?
El granjero contestó:
- Me lo encontré malherido en el bosque, y como le he dado la misma comida que a los pollos y le he enseñado a ser como un pollo, no ha aprendido a volar. Se comporta como los pollos y, por tanto, ya no es un águila.
El naturalista dijo:
- Me parece un gesto muy hermoso por tu parte el haberlo recogido y curado. Además, le has dado la oportunidad de sobrevivir y le has proporcionado la compañía y el calor de los pollos de tu corral. Sin embargo, tiene corazón de águila, y con toda seguridad se le puede enseñar a volar. ¿Qué te parece si le ponemos en situación de hacerlo?
- No entiendo lo que me dices. Si hubiera querido volar, lo habría hecho. Yo no se lo he impedido.
- Es verdad, tú no se lo has impedido; pero, como tú muy bien decías antes, como le enseñaste a comportarse como los pollos, por eso no vuela. ¿Y si le enseñáramos a volar como las águilas?
- ¿Por qué insistes tanto? Mira, se comporta como los pollos, y ya no es un águila. ¡Qué le vamos a hacer...! Hay cosas que no se pueden cambiar.
- Es verdad que en estos últimos meses se está comportando como los pollos. Pero tengo la impresión de que te fijas demasiado en sus dificultades para volar. ¿Qué te parece si nos fijamos ahora en su corazón de águila y en sus posibilidades de volar?
- Tengo mis dudas, porque ¿qué es lo que cambia si, en lugar de pensar en las dificultades, pensamos en las posibilidades?
- Ésa me parece una buena pregunta. Si pensamos en las dificultades, es más probable que nos conformemos con su comportamiento actual. Pero ¿no crees que, si pensamos en sus posibilidades de volar, ello nos invita a darle una oportunidad y a probar si esas posibilidades se hacen efectivas?
- Es posible.
- ¿Qué te parece si probamos? - Probemos.
Animado, al día siguiente el naturalista sacó al aguilucho del corral, lo tomó suavemente en sus brazos, lo llevó hasta una loma cercana y le dijo:
- Tú perteneces al cielo, no a la tierra. Abre tus alas y vuela. Puedes hacerlo.
Estas persuasivas palabras no convencieron al aguilucho. Estaba confuso y, al ver desde la loma a los pollos comiendo, se fue dando saltos a reunirse con ellos. Creyó que había perdido su capacidad de volar y tuvo miedo.
Sin desanimarse, al día siguiente el naturalista llevó al aguilucho al tejado de la granja y le animó diciendo:
- Eres un águila. Abre tus alas y vuela. Puedes hacerlo. El aguilucho tuvo miedo nuevamente de sí mismo y de todo cuanto le rodeaba. Nunca lo había contemplado desde aquella altura. Temblando, miró al naturalista y saltó una vez más hacia el corral.
Al día siguiente, muy temprano, el naturalista llevó al aguilucho una vez más al tejado de la granja y le animó diciendo:
- Eres un águila, abre las alas y vuela.
El aguilucho miró fijamente a los ojos del naturalista. Éste, impresionado por aquella mirada, le dijo en voz baja y suavemente:
- No me sorprende que tengas miedo. Es normal que lo tengas. Pero ya verás cómo vale la pena intentarlo. Podrás recorrer distancias enormes, jugar con el viento y conocer otros corazones de águila. Además, estos días pasados, cuando saltabas, pudiste comprobar qué fuerza tienen tus alas.
El aguilucho miró alrededor, abajo hacia el corral, y arriba hacia el cielo. Entonces el naturalista lo levantó hacia el sol y lo acarició suavemente. El aguilucho abrió lentamente las alas, y finalmente, con un grito triunfante, voló alejándose hacia el cielo.
Había recuperado, por fin, sus posibilidades.
El cuento se comenta por si solo; pero me gustaría profundizar en los siguientes aspectos:
1º) La actitud del granjero: Como podemos observar en el cuento actúa de buena fe: se encuentra al aguilucho malherido y lo cura; e incluso, le da casa y comida. Sin embargo, le está mutilando de raíz lo más maravilloso del águila: su libertad. Es este un error muy frecuente de los “educadores”; a veces, sin ser conscientes de estar haciendo el mal, están perjudicando gravemente al educando, al estar dándole una forma que no le corresponde por su propia naturaleza. Muchos padres lloran y se preguntan qué han hecho mal; y quizás, todo lo hicieron bien, menos mirar si su hijo era un “pollo” o un “águila”. También llama la atención la reacción del granjero cuando el naturalista insiste en que el águila debe volar y no quedarse de por vida en un gallinero. El granjero afirma rotundamente que “ya no es un águila”, además insiste que si hubiera querido volar, lo hubiera hecho; puesto que él, no puso inconveniente. Y es cierto, aunque el águila hubiera estado fuera de la jaula, seguramente no hubiera alzado el vuelo; pero no es menos cierto, que el granjero la educó como una gallina y todos sabemos que éstas no vuelan.
2º) La actitud del naturalista: Se trata de un hombre con visión. Una persona que sabe mirar más allá de la superficialidad. Un hombre que no se conforma con la vida tal y como la “producen” los demás; sino que lucha para que todo se fundamente sobre su propia naturaleza. Le duele ver al rey de las aves en cautiverio, viviendo como una gallina. Por ello, insiste en el cumplimiento de su objetivo: hacer volar al águila. Ello supone “complicarse” la vida: tiene que dedicar tiempo, hablar con el granjero, insistirle al águila…, pero todo lo hace siendo consciente de que su compromiso no sólo está orientado al bien, sino también, que en la ejecución del mismo; él, está creciendo un poco como persona. Y lo más importante del naturalista: cree en las “posibilidades” del águila. Es ésta la mayor cualidad de un educador: creer en sus educandos; y lo más importante, hacer que ellos mismos crean en sí.
3º) La actitud del águila: En un primer momento después de haber leído el cuento podemos llegar a la conclusión de que fue una “víctima”. En su interior rebosaba una gran potencialidad, pero por recibir una educación desde el corazón, y no desde la razón, tal potencialidad se vio mermada. Era una verdadera águila, pero la imagen de sí misma no coincidía con la realidad. Es muy gráfica la escena de la fábula cuando el naturalista la invita a volar, y ella muerta de miedo, da un salto torpe y se pone a picar el suelo como el resto de las gallinas. Pero no la culpemos, ella “se creía” gallina. Casi seguro que si no hubiera sido por el naturalista toda la vida hubiera vivido creyéndose ser una gallina. ¡Qué lástima de vida desperdiciada! Debemos valorarle al águila el esfuerzo tan grande que tuvo que hacer para descubrir su propia naturaleza. Le costó, pero lo hizo. Si hubiera sido una miedosa nunca lo hubiera intentado. Era mucho lo que perder y poco lo que ganar. Había hipotecado su bien más preciado: la libertad; pero a cambio, había encontrado seguridad: todos los días comía sin esfuerzo, era defendida de los problemas de la vida por el granjero, está a salvo de cualquier problema, etc.; pero como bien digo, pagando un alto precio: su libertad y la negación a vivir como el rey de las aves aunque ello conlleve exponerse a los problemas de vivir siendo uno mismo quien oriente su vida y sin la necesidad de tener la tutela de nadie. Lo realmente importante es que al final creyó en sus propias cualidades y sin temor abrió las alas y voló.
Creo que se trata de una fábula muy pedagógica que leyéndola muy despacio e interiorizándola nos puede ayudar mucho en nuestro propio crecimiento personal. Puede ser que todos llevemos dentro un poco de águila-pollo. Tal vez necesitemos, a veces, en la vida alguien que como el naturalista vea desde fuera nuestras propias cualidades y nos ayude a descubrirlas a nosotros mismos. Quizás no haga falta este naturalista y baste con que nos sepamos apartar un poco del camino de la rutina y mirar hacia dentro de nosotros mismos para descubrirnos tal y como somos. Y por último, preguntarnos diariamente si estamos cayendo en la actitud del granjero a la hora de educar a nuestros hijos, alumnos, etc. Puede ser que estemos poniendo mucho corazón en la educación pero olvidándonos de otra dimensión esencial de la misma: la razón. Educar no es hacer al otro a imagen y semejanza de nosotros mismos, sino allanarle el camino para que descubra sus propias cualidades y las potencie; aunque ello suponga que tengan que alzar el vuelo y tomen su propia dirección.
Queridos paisanos os deseo a todos una felices Fiestas Patronales en compañía de vuestros seres queridos encabezados por la Virgen de la Hermosa.
|