Hermandad de Ntra. Sra. de la Hermosa |
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Septiembre 2009. Fuente de Cantos |
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El Autobús de los ateos
Francisco Biedma Cabet
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Primero en Londres, después en Barcelona y varias ciudades españolas, los autobuses urbanos mostraban el lema ya conocido: “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”, iniciativa promovida por la Unión de Ateos y Librepensadores (UAL). Y a mi me parece bastante bien que los ateos hagan su propaganda sobre la inexistencia de Dios, ¿no lo estamos haciendo los cristianos desde hace siglos con por ejemplo nuestra Semana Santa o todas esas manifestaciones de Hermandades y Cofradías?. ¿Por qué no lo van a poder hacer también ellos?. Ahora bien, me gustaría matizar algunas ideas sobre dicho slogan.
En primer
lugar, el slogan comienza con la palabra “Probablemente”, en vez de afirmar
radicalmente la inexistencia de Dios, lo cual
La virtud es la de deber obrar siempre de acuerdo con esa convicción. Aunque a decir verdad, deberían existir más cristianos mejor formados y convencidos que dieran testimonio, no sólo con la asistencia a misa, la pertenencia a alguna Hermandad o la colaboración con alguna ONG, aunque sean éstas cosas importantes, sino sobre todo con el testimonio y la congruencia en su trabajo y vida diaria: en las relaciones con sus familiares, amigos y vecinos, en su interés por la vida pública aportando trabajo e ideas y no sólo reduciéndolo a una actividad privada, en su actitud ante los que tienen hambre, los enfermos, los marginados, los débiles, los que sufren.
Otra cosa distinta es que esa existencia de Dios la podamos demostrar racionalmente, porque el objeto excede de las posibilidades del entendimiento humano. Pero ni podemos ni debiéramos intentar demostrarlo, porque hacerlo es por un lado quizás perder el tiempo, y por otro porque para esa convicción es necesario eso que se llama “fe”, que no es creer así porque así, como creen algunos, sino que tiene su arraigo en una experiencia personal y distinta para cada uno de los creyentes. Pero una experiencia que tiene que ser tenida en cuenta. No podemos demostrar la existencia de Dios: sólo podemos “sentirlo” y hablar de él. No podemos imponer nuestras creencias, sino simplemente “invitar” a que otros las descubran, lo cuál ya debiera suponer mucho para el cristiano.
Pero lo que más me preocupa es la segunda parte del slogan: “Deja de preocuparte y disfruta de la vida”. ¿Eso quiere decir que los cristianos estamos preocupados y no disfrutamos de la vida?. Nada más lejos de la realidad.
La posición atea es clara, pero al igual que puede suceder con algunos creyentes, los ateos corren el riesgo de caer en el relativismo, la frivolidad y la superficialidad ya que en principio, al no tener porqué atarles nada, parece que todo les vale. La posición creyente en simplemente un Dios creador, motor, sustentador de la materia y la energía, pero ni bueno ni malo, también llevaría a ninguna atadura y por tanto un creyente de este tipo podría disfrutar tranquilamente sin problemas de conciencia.
Ahora bien, el cristiano no sólo cree en ese Dios creador, sino también en un Dios Padre que se encarnó un día en su Hijo, que nos salva, nos envía un mensaje y nos plantea unas exigencias, aunque más que exigencias o ataduras -como puede verse desde fuera-, para el cristiano es una opción, un estilo de vida que acepta libremente.
Esas pequeñas “exigencias” son en buena parte las responsables de que hoy en día haya cada vez más creyentes simplemente del primer tipo, cristianos digamos Light, que creen en un Dios que está ahí arriba pero no nos exige nada. Son creyentes, pero por libre.
Aunque haciendo un inciso: ¿Quién o quiénes son los que han puesto o deciden esas exigencias?. ¿Cuáles son esas exigencias y cuáles son las prioritarias?: ¿La jerarquía oficial con el Papa a la cabeza? o ¿Dios mismo, a través de las Sagradas escrituras y especialmente a través del Nuevo Testamento?. ¿Quién ha traducido e interpretado correctamente y al milímetro las Escrituras?. Esas sí son preguntas y respuestas que me preocupan. Me preocupan porque según el reciente estudio de la fundación Bertelsmann un 79 % de los españoles se considere “religioso” frente a un 22 % “nada religioso”. Pero para casi un 70 % del primer grupo los mensajes y recomendaciones de la cúpula eclesiástica tiene muy poca o ninguna influencia en sus vidas. Y ello ¿por qué?. Pues la culpa será, es verdad, por un lado de esos creyentes Light que no quieren aceptar ninguna exigencia de su fe. Pero también la Jerarquía eclesiástica tendrá un poquito de responsabilidad en ello, digo yo. ¿No tendría la Iglesia que estar un poco más cerca de la gente y de sus preocupaciones?, ¿No tendría que ir haciendo unas celebraciones y acompañamiento de los jóvenes más de acuerdo con los nuevos tiempos?, ¿No tendrían que manifestarse los obispos con igual intensidad ante el tema de los matrimonios gays o el aborto que contra las injusticias o la escasez de apoyo del gobierno al tercer mundo?, ¿no tendría también la Iglesia que ser un poco menos fustigadora o condenatoria y más conciliadora y amorosa?, ¿una iglesia más independiente de toda ideología y que critique con igual intensidad tanto los planteamiento de la izquierda como los de la derecha que puedan ir en contra del mensaje de Jesús?. Pero sean cuáles sean esas exigencia prioritarias que Dios le pide a los cristianos, ¿realmente los ateos creen que los cristianos vivimos preocupados y no disfrutamos de la vida?
Y claro que vivimos preocupados, pero:
- Vivimos preocupados por el dolor ajeno, la injusticia y la opresión que todavía existe en nuestro mundo - Vivimos preocupados por la existencia de tanta pobreza y la falta de solidaridad de tanta gente - Vivimos preocupados por la crisis actual, sus consecuencias y las soluciones. - Vivimos preocupados por la existencia de tantos conflictos bélicos en el mundo y por el terrorismo. - Vivimos preocupados por la corrupción, sea del signo político que sea, y de la violación de los derechos humanos. - Vivimos preocupados por la falta de valores y el relativismo imperante en nuestra sociedad - Vivimos preocupados cuando se atenta contra la vida, desde la concepción hasta la muerte, haciendo por ejemplo que el aborto o la eutanasia sean opciones que parezcan progres y modernas. - Y vivimos preocupados tanto por la intolerancia de algunos grupos religiosos fanáticos -que los hay- que les gustaría imponer unos dogmas al resto de los ciudadanos, nostálgicos de la confesionalidad del estado, como por la intolerancia de algunos sectores laicos que lo que desean es que estemos calladitos en las catacumbas y borrarnos del mapa. Un laicismo agresivo y combativo que tilda de extremistas a los cristianos que quieren tomarse en serio su cristianismo. Estamos preocupados por una especie de campaña orquestada con las mofas más burdas al sentimiento religioso de algunos sectores de la sociedad, de una laicidad que quiere ser excluyente porque algunos no entienden que un creyente tiene que serlo más allá de la pared de un templo y por tanto tenemos derecho a manifestarnos y explicar nuestros puntos de vista. Preocupados porque muchos dirigentes políticos no han entendido todavía que la aconfesionalidad del estado no es callar a los católicos o negar cualquier forma de diálogo, de colaboración o acuerdo, ignorando su contribución al bien común
¿A qué precio tenemos que disfrutar de la vida? ¿Al de cerrar los ojos ante esos problemas, ante la falta de felicidad de los otros?.. Ustedes los ateos:¿ no viven preocupados por al menos algunas de esas cosas?. Pues si no viven preocupadas por ellas, veo una falta completa de humanidad, sensibilidad y responsabilidad. Y si también viven preocupadas por ellas, ¿Por qué nos lo achacan sólo a los creyentes en el slogan?
Los cristianos disfrutamos porque nuestras exigencias son cosas más que normalitas y razonables, a diferencia de algunas exigencias que pudieran tener otras religiones, como la de los musulmanes:
Porque
también es verdad que las creencias pueden fomentar el fanatismo, la persecución
de los herejes, la falta de libertad, etc., pero esas son unas creencias que
nada tienen que ver con nuestro cristianismo actual (aunque hayan existido
equivocaciones a lo largo de la historia). La campaña de los autobuses nacida en
Inglaterra quizás partió como reacción contra una muy pequeña parte de la
Iglesia y de los creyentes que todavía creen en ese Dios justiciero que amenaza
al hombre con la condenación eterna. Y así entiendo esa postura lógica de los
ateos. Pero es que esas creencias de otras religiones o esas creencias
cristianas de la edad media, no es el cristianismo normalito de nuestro hoy
mundo occidental. Y si así lo fuese o lo creyeran todavía muchos, tendría que ir
también haciendo un esfuerzo la Iglesia en transformarlo y hacer más propaganda
de ese mensaje de Jesús de esperanza y reconciliación, de ese Jesús que amó,
perdonó y curó, de un Jesús que transmitía ganas de vivir, de felicidad y
deseos de luchar por las injusticias. Tendría que ir explicando con más énfasis
a mucha gente que las desgracias y catástrofes no son consecuencia de la
inexistencia de Dios o de su indolencia o incapacidad, como también en tono de
humor puede mostrar este otro autobús.
Además, ¿qué hace suponer a nuestros escépticos ateos que la eliminación de la creencia en Dios produce felicidad y alegría?. ¿Quién ha demostrado eso? Precisamente la creencia en Dios puede engendrar consuelo y ayudar a muchos a resignarse ante las desgracias y adversidades de la vida a la vez que luchar con más fuerza contra esas adversidades. Nuestro Jesús, como escribía Sánchez Adalid, no es enemigo de la felicidad de los seres humanos, sino todo lo contrario: nos ayuda a disfrutar de la vida y a ser inmensamente feliz.
Pero es que además, en el fondo, miren ustedes, a los creyentes, a los ateos y a los agnósticos nos debe unir más cosas que las que nos separan, enorgullecernos de ello y fomentarlas. Porque ni el creyente puede nunca despreciar al que no tiene fe ni el ateo debería mofarse, ridiculizar o intentar exterminar al que la tiene.
Y ello es tarea y responsabilidad de todas las partes. En este mundo plural debiera existir una ética universal, una moral civil como le llama Adela Cortina o una ética planetaria como le llama Hans Küng, que no sea una moral individual, ni una moral de estado, ni una moral religiosa, independiente de toda ideología política, de todo partido político de turno, que nos haga crear un mundo más justo y humano. Una ética mínima, compartida por todos los miembros de la sociedad, porque sin esos mínimos morales compartidos no vamos nunca a poder sentirnos todos ciudadanos de un mismo mundo. Pero que tampoco puede que sea exactamente esa Alianza de Civilizaciones del Sr. Zapatero que pueda tener más de pacto político y consenso de intereses partidistas, de mercado o ideológicos y que siempre correrá el riesgo de ser más en beneficio de unos que de otros.
La afirmación de Ivan Karamazov: “si Dios no existe, todo está permitido” es completamente falsa. No podemos estar más tiempo divididos en dos bandos: el de los creyentes, atados por una –férrea o no- moral religiosa y el de los no creyentes (o creyentes por libre), que quieren entender que todo vale, que cualquier cosa está permitida, que todo es consumible.
Esos necesarios mínimos comunes podrían ser perfectamente el respeto a los derechos humanos con un sistema de valores basados en la libertad, la igualdad, el respeto, la justicia, la solidaridad y basados en una la actitud dialogante y una tolerancia que destierre de una vez por todas el agredir, de la forma que sea, al que piensa diferente.
Una vez asumidos esos mínimos comunes, necesarios para convivir, cada uno tendrá si desea unos ideales de felicidad, una ética de máximos, en la que no tengamos porqué estar ya todos de acuerdo. Una felicidad que podrá consistir en ir a misa, jugar a la petanca o salvar a las ballenas. Y así entenderemos que no tener el mismo ideal de felicidad no significa intentar eliminarle. Así los creyentes podrán entender que los ateos también pueden profesar una moral de mínimos y los no creyentes podrán entender que los cristianos no son unos enfermos extremistas sino gente normal con unos mínimos compartidos y además unos valores cristianos extras que están en su derecho de exponer. Así entenderán unos que quitar los crucifijos de las escuelas públicas o ayuntamientos no es eliminar al cristianismo o manifestar cristofobia. Otros entenderán que manifestar unas ideas cristianas ante unas elecciones o manifestarse en contra del aborto tampoco es un hecho tan retrógrado como algunos quieren ver. Cada uno tendrá unas opciones extras que podrá manifestar e invitar a otros a sumarse a ellas, pero todos tendremos algo común que nos una y nos haga poder convivir mejor de lo que ahora lo hacemos.
Y entonces tendremos de verdad en los centros educativos una verdadera y necesaria “Educación para la Ciudadanía” compartida y aceptada por todos y que no pretenda ser la voz de una moral religiosa, ni de una moral del partido político en el poder o de una línea editorial determinada, como sí puede estar ocurriendo en algunos casos en este momento.
Hay que disfrutar de la vida, exista Dios o no. El problema es que podamos entender todos de la misma forma en qué consiste ese mínimo de disfrute. Porque quizás no consista tanto la felicidad en poseer bienes materiales, el hedonismo, el dinero, la sexualidad, el prestigio, el poder o la permisividad para con todo. Prefiero infinitamente más a un amigo ateo que a un amigo que idolatre estas cosas. Sino que la felicidad también puede consistir en querer y ser querido, participar, aportar, escuchar, compartir, perdonar, respetar, ayudar, en resumen contribuir a la felicidad propia y la de los demás, y en eso todos, creyentes y no creyentes, podemos y debiéramos estar unidos.
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