Hermandad de Ntra. Sra. de la Hermosa    

           Septiembre 2009. Fuente de Cantos

 
 

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¡GRACIAS VIRGEN DE LA HERMOSA,

 GRACIAS FUENTE DE CANTOS!

 

 

                                                              FERNANDO VÁZQUEZ MACARRO

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Más que un artículo literario, lo  que pretendo es escribir una carta abierta  de gratitud, a Nuestra Madre la Virgen de la Hermosa, por todos los favores que nos ha concedido. A todos mis paisanos  por la buena acogida y buen comportamiento que tuvieron con mi familia y conmigo y narrar brevemente esos emocionantes momentos vividos con ellos.

 

            Fue una estancia muy corta, (llegamos el 5 de septiembre por la noche y nos tuvimos  que venir, por motivos  profesionales el día 7, a primera hora de la tarde), pero el tiempo suficiente para darnos cuenta, con qué amabilidad y cariño se comportaron con nosotros.

 

            Hacía tiempo que no venía por Fuente de Cantos, pero el Hermano Mayor, Paco Miranda, y todas las personas que componen la Hermandad de  Nuestra Señora de la Hermosa, habían acordado que fuese el pregonero de las fiestas patronales del 2008. Aunque no me consideraba digno ni capacitado para tal nombramiento, acepté pensando que la Virgen se lo merece todo y que las personas que se acordaron de mí, eran acreedoras de mi respeto y  gratitud. Por ello, con un poco de “miedillo” (la cosa no era para menos), pero con toda la ilusión del mundo, me presenté acompañado de mi familia.

 

            Me habían enviado por correo electrónico el gran programa de las fiestas patronales, observando los muchos actos religiosos, culturales y musicales que se iban a desarrollar y que el sábado, día 6, en la Novena, finalizada la Eucaristía, sería el pregón a cargo de Fernando Vázquez Macarro. Aunque estaba mentalizado desde que me propusieron este digno nombramiento, no por ello dejó de apoderarse un escalofrío en mi cuerpo. Ser pregonero de la Virgen de la Hermosa, lo consideraba, como así  lo consideraron mis antecesores, un gran honor que mi persona no merecía, acompañado de bastante responsabilidad. Claro que más me sorprendió cuando un buen amigo, me entregó el periódico “Hoy”, del día 3, en el que aparecía un artículo sobre los actos de nuestras fiestas patronales, encabezándolo con el nombre del pregonero. Siempre había imaginado la importancia que tenía el ostentar tal nombramiento, pero jamás pensé el protagonismo que se adquiría, aunque yo lo tenía muy claro: si alguna persona tenía que ser la protagonista, la digna de Alabanza y Adoración, era sólo y exclusivamente Nuestra Madre la Virgen de la Hermosa.                                                       

 

            El sábado día 6, por la mañana y parte de la tarde, lo dedicamos a visitar a antiguos vecinos y amigos. Besos y abrazos, acompañados con aperitivos o meriendas que nos obsequiaban amablemente y de corazón, como lo saben hacer los extremeños. No pudimos visitar a todos debido al poco tiempo que disponíamos. Desde estas líneas rogamos nos  disculpen.

 

            Una de las visitas que hicimos fue al cementerio. Estuvimos ante el sepulcro de mi madre, de otros familiares, ante otros de muy buenas vecinas y vecinos y de excelentes y apreciados amigos. En mi mente  se agolparon muchos recuerdos en los que prevalecían el cariño  y la generosidad que tuvieron siempre para con mis padres y para conmigo.  Es difícil olvidar a estas  preciadas personas, que aunque no se encuentren  entre nosotros, están  gozando ya de Dios y de la Virgen  en el cielo.

 

            Entre idas y venidas llegó el momento clave e importante: La Novena. La ermita estaba  llena de fieles. Todo estaba muy limpio, brillante y adornado, la presencia de Jesús Sacramentado, desde el sagrario, iluminaba más el templo. La imagen de la Virgen, con su mirada maternal y bondadosa, presidía desde su trono la iglesia, que más que iglesia, parecía la antesala del cielo.

 

    Comenzó la Santa Misa, cantada maravillosamente por el coro de la Hermandad de San Isidro. La homilía sobre “La Familia”, muy amena y profunda, estuvo a cargo del rector emérito de Nuestra Señora de la Piedad, de Almendralejo, Don Tobías Medina Cledón. Terminada la Eucaristía, muy participativa, el Hermano Mayor, subió al ambón y nos dio amablemente la bienvenida, agradeciendo el que nos hubiésemos desplazado hasta Fuente de Cantos para este gran acto. A continuación, Juan Ramírez, hizo mi presentación. El tema era desconocido por mí. Estaba admirado de cómo había sabido captar, de forma inteligente  y simpática, con todo detalle, mi modo de actuar y pensar desde que aparecí en la película sobre la romería de San Isidro (tendría unos seis años) hasta ahora. Fueron frases halagadoras que yo no merecía pero que agradecí de corazón. ¡No podía ocultar que se trataba de un buen amigo mío!. Juan terminó su presentación diciendo: “Fernando, cuando quieras”. Eso quería decir que ya tenía que subir para comenzar el pregón. Si antes estaba  nervioso, en ese momento estaba como un flan. La Hermana Carmen, toda amable, me puso un vaso con agua y era tal el temblor que tenía en las manos que no era capaz de cogerlo.

   

            Tanto al Señor, en la comunión, como a la Virgen, les pedí que me ayudaran a estar tranquilo para poder transmitir en el pregón, con matiz mariano, dos mensajes: la importancia que tiene la labor apostólica en el ámbito eclesial y la fuerza de la oración. Hubo momentos en los que me emocioné bastante, pero al darse cuenta algunos de los asistentes, me echaron, como se suele decir, un buen capote: empezaron  aplaudir y eso me ayudó bastante para seguir adelante. Fueron muy hábiles. ¡Otro detalle más para agradecer!

 

            Al  terminar, sonaron los aplausos que yo mentalmente  transmití hacia la Virgen, porque realmente era Ella la que se los merecía. Después vinieron las sorpresas: Paco Miranda, me entregó una preciosa placa, de la Hermandad de Nuestra Señora de la Hermosa, con mi nombre, en conmemoración de haber sido el pregonero de las fiestas patronales. A continuación hicieron subir a mi esposa para entregarle un hermoso ramo de flores. Terminado el acto, todos los asistentes  se acercaron a saludarnos. Fueron unos momentos muy emocionantes. Era todo  muy familiar y muy entrañable.

 

            Después de presenciar la colección de fuegos artificiales, el Hermano Mayor, nos invitó a la   cena que había organizado la Hermandad. Todo se desarrolló en un ambiente alegre y cordial.

 

            El día 7, por la mañana, estuvimos a visitar, una vez más a nuestra Madre. La ermita estaba totalmente abarrotada de fieles. Muy  emocionante la presentación a la Virgen, de los niños nacidos en el último año e imposición de la cinta y medalla. También presenciamos la ofrenda de flores que un grupo de caballistas ofrecieron a nuestra Patrona. Qué devoción, cuánto entusiasmo, cuánta hermandad y alegría y todo ello, girando hacia un mismo y único fin: El amor a nuestra Virgen de la Hermosa.

            

            Por la tarde, unos buenos amigos nos invitaron a su casa a tomar café, amenizado con varias canciones canarias, acompañadas de guitarra, que nos dedicaron, especialmente a nuestros hijos  María y Alberto, como atención por haber venido desde Las Palmas de Gran Canaria, para asistir a estos actos. Y con esta visita, dimos por concluida nuestra estancia en esta ciudad, lamentando, como digo al principio, tenernos que marchar tan rápidamente, por motivos profesionales.

 

            Sinceramente, no lo digo yo sólo, sino toda mi familia: El poco tiempo que estuvimos, fue maravilloso, puesto que todos mis paisanos, todos, nos hicieron la vida muy agradable. Fueron momentos emocionantes, difícil de olvidar. Por tanto, desde estas líneas, quiero agradecer en nombre de  mi familia y mío, una vez más, el buen comportamiento que tuvieron para con nosotros y a la Virgen de la Hermosa que nos dio la oportunidad de vivir esas horas tan felices y apasionantes.

 

            Con toda naturalidad y sin esfuerzo de ninguna clase, sale de lo más hondo de mi corazón, un grito de agradecimiento: ¡GRACIAS VIRGEN DE LA HERMOSA, GRACIAS FUENTE DE CANTOS¡