La Virgen de la Hermosa y las desdichas de ser humano
Francisco Biedma Cabet ______________________
Dicen algunos que la vida es un valle de lágrimas. Dicen otros que el Purgatorio no existe cuando morimos, que bastante purgatorio tenemos ya aquí abajo, durante nuestra existencia. Y la verdad que es difícil encontrar personas completamente felices durante toda su vida. Todos, en mayor o menos grado, hemos tenidos desgracias y problemas a lo largo de nuestra vida. Y algunos, situaciones bastantes serias. Por citar algunas:
- Muerte, accidente o enfermedad grave, incurable o terminal de algún ser querido, familiar o amigo, especialmente cuando se es joven.
- Situación de desempleo o falta de recursos, especialmente en esta época de crisis que vivimos.
- Problemas familiares de separación, divorcio, enfados entre padres, hijos o hermanos.
- Problemas de alcoholismo, drogadicción, violencia de género o cárcel.
- Estados de depresión, soledad, desesperación o abandono de personas mayores, etc., etc.
Nuestra época, gracias a los grandes descubrimientos, ha logrado disminuir muchos problemas de hambre o ciertas enfermedades y dolores, pero quizás hayan surgido otros problemas nuevos. Lo cierto es que las desdichas siguen siendo parte de nuestra vida, parte del ser humano, porque como decía San Agustín: “Quien no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad”.
Y a muchos nos es muy difícil contestar a la pregunta de ¿por qué me tuvo que pasar a mi?, ¿porqué a él?, ¿por qué unos tantas desdichas, tantas desgracias y otros tan pocas?, ¿La suerte o el destino?, ¿Por qué Dios lo permite?. Sabemos la tradicional respuesta de la Iglesia, pero muchas veces por mucha fe que tengamos, es algo difícil de entender y de aceptar.
Una primera más superficial que te recomienda paciencia y resignación y otra más espiritual que no voy a detallar porque es de sobras conocida al exponerla de una u otra forma, siempre el sacerdote en cualquier misa de córpore insepulto. Valga sólo estas palabras de Benedicto XVI para la JMJ 2011:”La cruz a menudo nos da miedo, porque parece ser la negación de la vida. En realidad, es lo contrario. Es el «sí» de Dios al hombre, la expresión máxima de su amor y la fuente de donde emana la vida eterna. Por eso, quiero invitaros a acoger la cruz de Jesús, signo del amor de Dios, como fuente de vida nueva. Sin Cristo, muerto y resucitado, no hay salvación. Solo Él puede liberar al mundo del mal y hacer crecer el mundo de la justicia, la paz y el amor, al que todos aspiramos”.
Aunque yo tenga una particular explicación al problema del mal pero que por falta de espacio será objeto en otra ocasión. Está claro que unas desgracias o unos males son más naturales que otros. Y que ciertos problemas tienen mejor justificación o explicación que otros. Pero en cualquier caso, creo que al fin y al cabo Dios nos está mandando con todos ellos un mensaje. Mensaje que tendríamos que descubrir. Dios nos está exigiendo sabiduría y la sabiduría no es otra cosa que voluntad. Voluntad para vencer, voluntad para corregir, voluntad para socorrer, voluntad para perfeccionar, voluntad para preocuparse por los demás, voluntad por solucionar los problemas de la humanidad.
Pero más que intentar desde estas páginas dar una explicación a todos los males y problemas, me gustaría más dar unos pequeños consejos a quienes los padecen directa o indirectamente, aunque siga siendo verdad eso de que desde la barrera se ven muy bien los toros o eso de que es muy fácil ponerse en el lugar del otro: lo difícil es pasar por lo que pasa el otro. Salvando esa distancia certera e infranqueable, el cristiano más que intentar dar explicación a un hecho lo que debe hacer quizás es afrontarlo, es a pesar de todo intentar ser feliz. La felicidad es una actitud ante lo que nos sucede. La vida es quizás un 20% lo que nos pasa y un 80% como reaccionamos a lo que nos pasa. Cada persona puede reaccionar de forma distinta ante el mismo acontecimiento. La felicidad es una consecuencia, no una recompensa. Si damos un golpe con un martillo en los dedos a varias personas, todas van a sentir dolor, pero la interpretación de ese dolor, que es lo que llamaríamos sufrimiento, es distinta para cada persona. Y hablamos del mismo hecho. Personalmente, prefiero sentir dolor, y sufrir un poco, antes que permanecer impasible ante el padecimiento de los demás, o ante mis propias decepciones, pero me niego a sufrir más allá de lo imprescindible. Cuando nos sucede algo muy duro, es lo lógico y lo correcto que sintamos dolor. No soporto cuando alguien está manifestando su dolor con el llanto y alguien se le acerca y le dice: “no llores”. Para deshacernos del dolor tenemos que dejarle que se exprese hasta el final, sin aplacarlo ni negarlo, pero una vez que se ha expresado, hay que dejarlo ir, sin pretender sujetarlo, que es lo que muchas veces nos ocurre.
En primer lugar es importante reflexionar acerca de nuestra responsabilidad en ese problema, en qué forma hemos contribuido a ello. Y no por mera mortificación sino para intentar no caer en los mismos errores en el futuro. Hay quién piensa que todo es fruto, es culpa, de los demás, de algún otro, del gobierno de turno, de la suerte o de la casualidad, pero quizás también tengamos algo de responsabilidad nosotros mismos. Los tiempos y situaciones de crisis o desdicha no tienen porqué ser necesariamente completamente negativos. Puede tener sus efectos positivos si aprendemos de aquello que llevó a esa situación. Y que cada uno lo aplique a la situación que quiera, incluidas esas duras que he citado al principio, y seguro veremos que, independiente de la responsabilidad quizás real de otros, seguro hay algo que no hemos hecho bien del todo o que podríamos haber hecho mejor. Siempre reprobamos vicios o carencias en cabeza ajena pero siempre pasamos por alto lo que puede haber en la nuestra. Cada obstáculo en la vida quizás presenta también una oportunidad para mejorar la condición de uno mismo.
En segundo lugar, es lo que yo llamo estrechar lazos.
Luis Rojas Marcos y otros muchos psiquiatras y psicólogos dan algunas pistas.
SAL Y SAL CON AMIGOS. NO TE AISLES TÚ MISMO
Abre tu ventana. Respira, contempla esa flor, ese árbol, ese cielo. Está demostrado: quienes se sienten parte de un grupo, de una red social, superan mejor las adversidades que quienes se sienten aislados o independientes. Por eso hay que tratar de sentirse parte de un grupo y entre esos grupos se puede encontrar, aunque no necesariamente, la propia familia. Conversar, cambiar impresiones. Hacer caso de los consejos razonables nos pueden ayudar a remontar las adversidades. Déjate ayudar.
COMPARTE TUS PENSAMIENTOS
Conviene desahogarse, salir de la angustia, respirar, compartir con los otros las alegrías pero también las penas y los conflictos. Hablar nos ayuda a modificar pensamientos y sentimientos, nos obliga a organizarlos, a hacerlos concretos, a digerirlos. Las personas necesitan ser escuchadas y creídas en su triste historia.
SÉ AGRADECIDO Y AYUDA A LOS DEMÁS
Da las gracias a las personas que te apoyan. Ayudar a los demás es ayudarse a uno mismo; potencia la autoestima, la sensación de utilidad y de sentirnos necesarios. Siempre hay un peor dice el dicho. Y es verdad: “¿Por qué llorar mientras voy andando, si otros ríen y no tienen pies?. Frente a millones de personas en el mundo somos, sencillamente privilegiados. Pero un peor al que debiéramos también de ayudar.
CONFÍA
Quien no confía, no se comunica, no se abre, no se relaciona, no crea relaciones estables y profundas, no sabe hacer amistades verdaderas. Sin confianza, no hay relación. La desconfianza es falta de fe en sí, en los otros y en Dios.
PERDONA TODO LO PERDONABLE, ACEPTA EL PERDÓN Y PERDÓNATE A TI MISMO
Porque si no lo hacemos vamos transformándonos en personas llenas de resentimiento, amargura y desconfianza. Si se permanece en ese estado, lentamente se va perdiendo la capacidad de amar, de comprender y de confiar. Decía Martin Luther King que el que es incapaz de perdonar es incapaz de amar. Y es quizás la virtud cristiana que más nos cuesta pero nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos a perdonar
Y en tercer lugar cabría un último grupo de consejos: mirar al futuro
ANOTA TUS VIRTUDES y PIENSA EN POSITIVO
La autoestima es la base para tomar decisiones y calibrar las probabilidades de éxito en el logro de una meta. Cuanto mayor sea, con más esperanza y pensamiento positivo verás el futuro. Cree en ti. Dejemos de hacernos siempre la víctima y no seas injusto contigo mismo. Tienes que aceptar que la vida tiene momentos buenos y malos. Acepta lo que tienes. Muere lentamente quien pasa los días quejándose de su mala suerte. Decía Leon Tolstoi que “mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo”. No nos podemos achicar, acobardar. Hay que luchar. Tienes que saber que puedes ser feliz aunque estés enfermo, tengas o no dinero, aunque alguien te haya insultado, o alguien no te amó o no te haya valorado. Como escribía García Márquez: “Nunca dejes de sonreír, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes quien se puede enamorar de tu sonrisa”.
DI SÍ A LA ESPERANZA
La incertidumbre y el desasosiego interfieren en nuestra capacidad de programar a largo plazo y en nuestro programa de vida. Dejan entrar el miedo a lo desconocido. Sin embargo, la esperanza nos ayuda a sobrevivir. Es algo natural que llevamos en los genes. Nunca pierdas la esperanza. No sabes lo que el mañana te puede traer.
“El único sobreviviente de un naufragio estaba sobre una pequeña isla desierta. Estaba rezando fervientemente, pidiendo a Dios que lo rescatara. Todos los días revisaba el horizonte buscando ayuda, pero ésta nunca llegaba. Cansado, eventualmente empezó a construir una pequeña cabaña para protegerse y proteger sus pocas posesiones. Pero entonces un día, después de andar buscando comida……..regresó y encontró su pequeña choza en llamas, con humo subiendo hasta el cielo. Lo peor que había pasado, fue que todas sus cosas se habían perdido. El náufrago estaba confundido y enojado con Dios y llorando le decía: "¿Cómo pudiste hacerme esto?", y se quedó dormido sobre la arena. Temprano a la mañana siguiente, escuchó asombrado la sirena de un buque que se acercaba a la isla. ¡Venían a rescatarlo!. Al llegar sus salvadores les preguntó: "¿Cómo sabían que yo estaba aquí?". Y ellos les respondieron: "Vimos las señales de humo que nos hiciste..."
Pero también recuerda aquello que decía Thorton Wilder: “Los mejores momentos de la vida vienen por sí solos. No tiene sentido esperarlos ansiosamente”
BUSCA SOLUCIONES
Personas negativas no consiguen soluciones y aumentan los problemas. Prefieren la lamentación, la murmuración, el pesimismo. Menos criticar, menos llorar y más trabajar. Como decía San Agustín: “Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas”. Estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar, o dicho de otra forma: “La vida no será la fiesta que todos deseamos, pero mientras estemos aquí, debemos bailar”. ¿Sabes por qué el parabrisas del coche es tan grande y el espejo retrovisor tan pequeño? Porque nuestro pasado no es tan importante como nuestro futuro. Mira hacia adelante y sigue en movimiento
Y leído lo leído, alguno dirá: ¿qué tiene que ver la Virgen de la Hermosa en todo esto?. Pues para los no creyentes, nada. Es evidente. Pero para los creyentes es muy fácil. Nuestra Virgen es esa vocecita interior que nos impulsa, que nos anima a realizar todas estas cosas. Es esa voz que nos ayuda a coger las riendas de la vida. Es aquella que nos impulsa a no desfallecer y a tener esperanza. Por eso a nuestra “Hermosa” le tenemos que seguir dando las gracias por todo aquello que hemos recibido. Después, tenemos que seguir pidiéndole luz para captar el fondo, la raíz, la verdad, de lo que estoy viviendo cada día. Analizar tanto lo que ocurre dentro de mí como lo que ocurre fuera. Y tras una reflexión y un discernimiento sobre mi vida, al estilo ignaciano, terminar pidiéndole su ayuda para tirar palante. Y entonces es cuando seguramente lo haremos. Cuando Dios resuelve tus problemas tú tienes fe en Él. Cuando Dios no resuelve tus problemas Él tiene fe en tus habilidades para resolverlos.
Ser feliz es una actitud ante la vida y cada uno decide. No olvides que ser feliz, depende de ti.
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