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Experiencia de
misión
José Antonio Rodríguez
Conde
Estudiante Seminarista de España
Misionero de La Preciosa Sangre. C. PP. S.
Provincia
Ibérica
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Escribo desde Guatemala, con un pequeño resumen de las 3 semanas que hemos
pasado en Tucurú, Alta Verapaz, Guatemala.
La realidad
Hemos pasado 3 semanas en Tucurú, en el
departamento de Alta Verapaz de Guatemala. Es una zona de idioma ketchí y algo
de español, con una mezcla de personas de origen indígena (mayoritariamente) y
“castellanos”. Es una zona pobre. Se articula en torno al pueblo de Tucurú,
donde está el mercado. En las montañas están las comunidades, cuya forma de vida
es fundamentalmente el trabajo como jornaleros en fincas, algunos animales en la
casa. Hay una población infantil importante.
Religiosamente predomina el catolicismo,
con la presencia de numerosas iglesias evangélicas, cuya implantación varía de
una comunidad a otra. Pertenecientes a las parroquias figuran 8 comunidades en
torno al pueblo y 70 en la zona montañosa. Para atender a esta población están
presentes dos sacerdotes CPPS (Marco Tulio y Rony). Además hay una comunidad de
las Hijas de la Caridad, que atienden a unas 10 jóvenes que estudian Básico o
Magisterio.
Muchos jóvenes no estudian más allá de 3º
Básico aprox. Por no poder pagar o ser necesario su trabajo con la familia. Los
que pueden permitírselo o consiguen alguna beca o ayuda, la mayoría estudian
Magisterio en el pueblo. Al terminar los estudios, en la edad que sea, lo
“normal” es buscar pareja (“unirse”) y tener hijos al poco tiempo, a menudo
antes de los 18 años. Los que retrasan la edad de unión y formación de la
familia, normalmente es porque estudian, lo que facilita una nueva visión de la
vida y mayores posibilidades para el futuro. Algunos jóvenes emigran a la
capital o Estados Unidos.
Por otro lado, la situación de la Sanidad
es bastante deplorable y a veces se han dado situaciones en que el centro de
salud no tenía ni aspirinas. Es habitual que la población recurra a curanderos,
a remedios caseros tradicionales, o a ninguna vía.
La misión
Nos hemos dividido por parejas para ir
visitando unas 32 comunidades. Yo fui con Víctor Chen a visitar 5 comunidades:
Chicobán, Cantón La Playa, San Gaspar Tambayal, Pueblo de Tucurú y San Pablo
Galilea, las 5 comunidades más cercanas al pueblo. La labor principal ha sido la
de visitar a las personas en sus casas junto a algunos parroquianos de la
comunidad, conocer la comunidad allí presente, organizar algunas celebraciones
de la Palabra y encuentros con niños y jóvenes. En algunos casos las casas
estaban muy cercanas entre sí, en otros había que caminar bastante, por terrenos
enlodados. El clima ha sido caluroso y lluvioso.
Es difícil hacer un resumen de la
experiencia. Me gustaría, más bien enumerar, a modo de mosaico, algunas
experiencias que me han parecido significativas de lo que he presenciado:
-
Una chica
sonriente en nuestras actividades. Cuando la visitamos en su casa, yo
esperaba encontrarme una familia feliz y maravillosa. Lo que encontramos fue
una madre muy pobre que vive en el terreno de su hermano, con muchas
dificultades para sacar adelante a sus hijos. ¿De dónde saca la niña su
felicidad? ¿Cómo se construye felicidad en la adversidad?
-
Preguntamos a los niños qué quieren ser de mayores. Uno dice “policía”, otro
dice “soldado”, un tercero dice “narco”. ¡Madre de Dios! ¡Qué sociedad...!
Por un lado, qué afianzado está el militarismo; por otro, qué normalizada
está la posibilidad de ser narco en el futuro. ¿Qué le ven de atractiva a
esa vía? ¿Será porque las demás vías tienen pocas posibilidades de futuro?
-
Un hombre viudo y
enfermo, (des)cuidado por una hija de 14 años con la que vive y hablamos. No
hay Servicios Sociales que atiendan a este hombre. Él nos pide que le
volvamos a visitar y hablemos con su hija. Lo hacemos. Tras hablar con ella,
dice que va a ser más atenta con su padre.
-
Varias personas
que nos recibían para orar tienen, en un rincón de una casa muy pequeña y
humilde, su rinconcito de oración, con alguna imagen de la virgen y/o
Cristo. Tienen una “cesta” donde colocan el incienso, que es muy utilizado
aquí, para simbolizar (creo) la llegada de la oración de las personas hacia
Dios, además de crear un cierto ambiente orante, de silencio, de preparación
de la persona para comunicarse con Dios.
-
Junto a la comunidad
de las Hijas de la Caridad viven unas estudiantes que oran separadas de
ellas; no quieren hacer la Liturgia de las Horas, sino orar de otra manera
más libre y espontánea, con música.
-
Una niña tiene un
ojo mal y cada vez que nos mira, se lo tapa, avergonzada. Cada vez que yo la
miraba, intentaba simplemente sonreírla, para que no se avergonzara, para
que encontrara a una persona que no la juzga ni se burla. Creo que algo
avancé.
-
Margarita, mujer
laica, acoge a jóvenes en su casa de modo altruista, algunas de ellas
embarazadas (y me imagino que con alguna dificultad para reencontrarse con
su familia).
-
Javier nos habla
sobre su formación socio-política en los 80 (años duros en Guatemala, años
de dictadura y persecución de políticos, sindicalistas y católicos de
orientación social) con el trabajo social por la tierra, ahora “deshecho”,
la organización de comunidades luchadoras y concienciadoras, su visión de la
realidad, los riesgos asumidos, la realidad de los asentamientos en las
fincas.
-
Hemos realizado una
agotadora actividad con los niños, juegos, brincos, teatros, les hemos
invitado a escribir una carta personal a Jesús.
-
Tras finalizar
nuestra estancia en Cantón La Playa, la comunidad, con Vilma a la cabeza
(una mujer maestra que, según palabras de su madre, ahora quiere vivir su fe
cristiana con más fuerza) nos regalan cosas para la misión: un morral (bolso
artesano), unos calzoncillos y unos calcetines. Resultó ser providencial
porque en Tambayal algo de mi ropa desapareció.
-
Unos jóvenes
representaron la bienaventuranza “Bienaventurados los que lloran porque
serán consolados”, presentando a unos jóvenes llorando tras una pelea. Tras
una explicación, lo representaron de nuevo, colocando a Jesús como mediador
y conciliador. Señal de que han comprendido la bienaventuranza.
-
Estuvimos varios
días visitando al maestro Hugo, que se había caído de un árbol. Estaba con
dolores y algo bajo de ánimo por sentirse impotente, débil, necesitado de
cariño y compañía. Hicimos una celebración de la Palabra en su casa con
personas castellanas y ketchíes, integradora y emocionante.
-
Los encuentros con
los niños y el desarrollo de dinámicas fue bueno, con gran participación y
ganas de hacer cosas, sed, ánimo.
-
Cuando llegamos a
la comunidad, mucha gente nos mira con ojos deseosos, de esperarnos con
mucha ilusión, como esperando a alguien grande, largamente esperado.
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En San Pablo
Galilea hay un gran equipo de visitantes a las familias, dedicando todo el
tiempo necesario. Consideran el tiempo para la gente, para las visitas, con
gran entrega.
-
Los niños y
jóvenes muestran un alto entusiasmo por las dinámicas que proponemos y
hacemos. Ponen bastante atención a lo que hablamos, aunque a veces no
entiendan lo que les explicamos o les cueste dramatizarlo, encontrar
situaciones en su vida donde vivan eso.
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Un hombre que dejó el
alcohol (en Cantón) se emociona cuando lo visitamos. Otro hombre (Jorge),
también con problemas de alcohol, acogedor. Su mujer Herminia participó en
la oración en la casa, valorando la formación religiosa para los hijos y
para “ir al buen camino”.
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Visitamos a una
familia que, según nos dicen, necesita que “la levanten”. Me toca leer y
predicar. Elijo Mc 10, 46-52 (curación de Bartimeo). Hago lo mismo con otra
familia con problemas de alcohol. Con un hombre desanimado, escojo la
parábola del hijo pródigo.
-
Los catequistas,
formados con el apoyo de la parroquia y dinero de la provincia (de
Cincinnati) tienen aquí un papel fundamental: pueden ser grandes
instrumentos al servicio de la gente y el pueblo, o pueden imbuirse de
influencia y poder para fundar una iglesia evangélica. De todo hay.
Un abrazo.
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