Hágase en mí
Francisco Pajarón López ______________________
“Hágase en mí según tu palabra” sencilla y humilde la respuesta de la Virgen María a las palabras del Arcángel Gabriel, anunciándole su concepción.
Al dar su consentimiento, el hijo de Dios entra en el vientre de María y la hace su morada, tomando carne de su propia carne y su misma sangre. Los padres de la Iglesia explican: el primer hombre nacido de María es el hombre Dios, Jesucristo; el segundo un puro hombre, hijo por adopción de Dios y de María. Por el sí de la joven nazarena una nueva era comienza para la humanidad siendo protagonistas, Jesús como nuevo Adán y su madre nueva Eva. Por María Cristo será cabeza universal de toda la humanidad.
Las palabras que el visitante dedica a la Virgen, han ido pasando de generación en generación. La humanidad recuerda con su oración la salutación a la reina de la sabiduría, novia del Cantar de los Cantares, el mortal le rinde pleitesía, y la aclaman como Madre de Dios con el Ángelus en honor del misterio de la encarnación.
Tres avemarías precedidas de las palabras con las que el Arcángel anuncia a María la buena nueva. Hacia el siglo V, los cristianos de la Iglesia griega, reverenciaban a la Madre de Dios con la misma expresión que usó el embajador del Dios Padre.
Hacia el año 513 en Siria el Ángelus, según una fórmula bautismal, se recitaba en la primera mitad del siglo VI. El Papa San Gregorio Magno (590-604), denominado “Consul de Dios” y uno de los Papas más interesantes de la historia de la Iglesia, la incluye en la liturgia romana importada de Constantinopla. Introducida en el antifonario gregoriano, se difundió por todo el Occidente en Plena Edad Media. En Europa los cristianos tocaban el Ángelus al atardecer, se rezaba en los hogares, oratorios, iglesias, en el trabajo. Los campesinos paraban sus tareas y saludaban con su oración cuando el toque de campana le invitaba hacerlo.
Los primeros en practicar estas oraciones fueron los canónigos regulares, en Alemania e Italia. Luego se extendería entre el pueblo fiel durante los siglos XIII y XIV. En torno a 1318 una crónica de Harma nos narra que el Obispo de esa ciudad exhortó a recitar y a rezar las tres avemarías “al toque matutino de la campana de la torre”. Este rezo matutino se extendió con gran rapidez, convirtiéndose en rezo habitual a mitad del siglo XIV.
Del rezo del Ángelus sobre el mediodía no existe información hasta los primeros años del siglo XV. Al principio la intención de esta oración fue recordar la Pasión del Señor, pues solo se recitaba los viernes. Pasando el tiempo los cristianos se habituaron a recitarla diariamente. El Papa Calixto III (1455-1458), Alonso de Borja, primer Papa español, hombre honesto, virtuoso e imparcial, generalizó su uso en 1456. Durante los siglos XVI y XVII fijó definitivamente la formula en 1742; a ella añadió León XIII (1878-1903) los tres glorias de la recitación oficial.
Existen devotos que se lo atribuyen a San Francisco de Asís pero en su época no existía esta oración en la Iglesia, ni el varón la introdujo. En una carta que dirige a las autoridades, se aprecia un reflejo de la costumbre musulmana de convocar al pueblo a la oración mediante pregón desde el alminar de las mezquitas, acto que observó el santo en un viaje a Oriente. Hacia 1250, fray Benito de Arezzo, introdujo en el convento la hermosa oración del el Ángelus a la Madre de Dios, siendo cantado y recitado a la caída de la tarde, la antífona “El Ángel habló a María” mientras repicaban las campanas. En 1269 se celebra un capitulo general en Asís, presidido por San Buenaventura, en él se estableció que los hermanos exhortaran al pueblo a saludar a la Señora con las palabras del Ángel cuando sonara el repique de campana al atardecer, en el siglo XIV se introdujo el toque y el rezo del Ángelus por la mañana y luego al mediodía.
La redacción del Ángelus se atribuye al Papa Urbano II, otros al Papa Juan XXII. La costumbre de rezarlo tres veces al día la impuso el Rey Luis XI de Francia, que ordenó que se hiciera de esta manera. La oración del Ángelus ha sido siempre de gran importancia, frecuentado por los cristianos, siempre atentos a mostrar el cariño que sienten por María. Al toque de oración se dejaba la faena, descubriéndose los hombres e inclinando su cabeza, repetían con respeto las palabras que el Ángel dedicó a la Doncella.
En el año 718 cuando Pelayo ganaba la primera batalla en las cuevas de Covadonga a los musulmanes, en el reino de Asturias se recitaba el Ángelus. Cuando Isabel y Frenando reconquista el ultimo reino musulmán 1492, los españoles saludaban a María con la hermosa oración del Ángelus. Así lo hicieron nuestros padres, nuestros abuelos y los abuelos de nuestros abuelos. Con la oración a la Virgen María se cruzaron mares y continentes, se salvaron tempestades, se ganaron batallas, pueblos y naciones se convirtieron a la fe de Cristo. Así seguirá mientras que el mundo sea mundo y exista un cristiano sobre la tierra.
Con la Virgen María Dios Padre se alegraba cuando con tanto regocijo creaba todas las cosas. Así creo el Sol para que la coronara cual emperatriz soberana. Y fabricó la luna para que con su finísima plata adornara sus plantas. Creo las estrellas para hacerle una gran corona que adornara su figura como reina de cielos y tierra.
Cuando el Padre Eterno adornaba la tierra con los bosques y plantas, con cedros, cipreses, olivos, palmeras, con lirios, rosas, magnolias y azucenas pensaba que deberían un día servir de símbolo para denotar las virtudes de la Madre de Dios, la Virgen que generosamente respondió a la Salutación del Ángel.
A la Virgen de la Hermosa, la que es abogada de todos los fuentecanteños, honrémosla con la oración del Ángelus, a Ella, que con solo escuchar su nombre esta vuelta hacia nosotros.
Intercede por nosotros, Santa María de la Hermosa, ante el Padre, con tu hijo: Acércate a Él, dile que nos cuesta vivir íntegramente nuestro cristianismo. Dile que nuestra caridad es débil, que solo amamos a los que nos aman, a los que son de nuestro parecer. Que nuestro espíritu es raquítico. No vemos lo que hay detrás de las cosas y de los hechos. Enséñanos a acercarnos a ti, con la confianza de hijos, a pedirte ayuda.
Santa María de la Hermosa, bendice a tu pueblo. Ampáranos bajo tu manto. Ruega por nosotros los pecadores.
Felices fiestas en la Natividad de la Virgen de la Hermosa. Desde Ciudad Real, el abrazo para todos los habitantes de la Villa.
|