Hermandad de Ntra. Sra. de la Hermosa    

           Septiembre 2011. Fuente de Cantos

 
 

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Tres lugares, tres monólogos

 

Tobías Medina Cledón

Rector emérito del Santuario de Nª Sª de la Piedad

Almendralejo

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         2003 fue el año que el Beato Juan-Pablo II  dedicó al Santo Rosario. Tuve el honor de predicar la Novena de Nuestra Señora de la Hermosa y, al final de cada sermón, leía uno de los monólogos que, en mi libro “Contemplar a Cristo con los ojos de María”, había puesto yo en labios de la Virgen. El interés que aquella lectura suscitó en no pocos fuentecanteños, me ha impulsado a rescatar, para esta ocasión, los tres primeros “monólogos de María” que figuran en la obra.

 

NAZARET. - ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS.

 

        Hijo mío y Dios mío: Te siento ya en mi seno. Has escogido mis entrañas como tierra fecunda para enraizarte en la Humanidad.

 

        ¡Qué gozo tengo en el corazón! Sé que mis hermanos tienen ya remedio porque tu misericordia, que es inmensa, viene a salvarlos.

 

         Soy sagrario de Dios y, pequeña y pobre muchacha nazarena, que ofrecí al Señor mi virginidad renunciando a la honra que anhelan todas las mujeres de Israel: ser la madre del Mesías. Y mira tú, hijo mío, cómo los planes de tu Padre, respetando incluso mis propios proyectos, han hecho el milagro. En mi humilde casa recibí el mensaje que trajo Gabriel. Cuando di mi aprobación y pronuncié mi FIAT, el Espíritu vino sobre mi y  te hiciste carne en mi carne tú, minúsculo pero vivo; pequeño, pero completo proyecto del Hombre-Dios: Hijo de Dios e Hijo mío.

 

         ¡Cómo iba yo a sospechar que el Señor se serviría de mi sangre y de mi carne para hacerte, en el tiempo, verdadero hombre como, desde la eternidad, eres verdadero Dios! No salgo de mi asombro, hijo mío.

 

         Tenerte nueve meses en mi vientre ha supuesto una experiencia de oración única e inenarrable aunque puede ser compartida, en cierto modo, por todos los que mantienen un diálogo íntimo con ese Alguien a quien no ven, pero saben que está dentro de ellos: el propio Dios Trinitario -“Dios en familia”- que les llena y diviniza.

 

         Tu presencia en mi seno avala y favorece, cada día más, el derecho a que un niño, todos los niños del mundo, puedan ver la luz y a que sus madres experimenten la dicha de abrazarlos.

 

          Que tus seguidores de todos los tiempos, hijo mío, aprendan a llevarte siempre muy dentro de su corazón y a respetar y a defender la vida del ser humano, reconociendo tu rostro en los niños de toda raza y cultura desde el momento de su concepción.

 

AIN KARIM. - VISITACIÓN  DE MARÍA A SU PRIMA ISABEL.

 

         Sagrario tuyo como soy, no quepo de gozo en mis carnes, hijo mío, Dios mío. Pero tu presencia en mi seno no es un don exclusivo para mí. Además de Sagrario, tengo que ser Custodia, Ostensorio de tu Persona. Te tengo que llevar por los caminos y veredas de Palestina para que te acostumbres a recorrerlos de mayor. Ésta va a ser la primera procesión del Corpus Christi que recorra la tierra: la procesión de tu cuerpo y de tu sangre, de tu alma y de tu Divinidad que bullen, alegras e impacientes, dentro de mí. He de ayudar a Isabel, la anciana estéril, portentosamente fecundada, y sumarme al inmenso gozo que siente por el hijo que lleva en sus entrañas.

 

         Tu presencia en mi interior me impulsa a cristificar los caminos del mundo, los trabajos y pesares de los hombres y mujeres que lo habitan, las alegrías que coronan sus quehaceres y el dolor que los sume en la tristeza.

 

         En Ain Karim ya, ¡cómo salta de gozo Juan en el seno de su madre! Cuando Isabel recibió mi saludo, el Espíritu la llenó con sus dones y le descubrió mi secreto; el secreto que eres tú, hijo mío. ¡Me llamó la “Madre de su Señor”! No pude por menos que entonar un cántico de alabanzas a tu Padre: “Proclama mi alma la grandeza del Señor...!

 

         Después de nacer Juan, volvemos a Nazaret, hijo mío, gozosa yo al comprobar que tú, el Salvador, ya estás actuando antes de nacer, dentro de mí, creciendo en mis entrañas. ¡Cómo siento los latidos de tu corazón y los movimientos de tu cuerpo pequeñito!

 

         Cuando lleguemos a Nazaret, José, mi esposo, notará los síntomas de mi maternidad. ¿Cómo reaccionará, hijo mío? Sé que tu Padre proveerá. En susmanos deposito, llana de confianza, e futuro de mi vida.

 

         Que tus seguidores de todos los tiempos, hijo mío, comprendan que tú eres don que empuja y no opio que adormece, a la hora de servir a los hermanos.

 

BELÉN. – EL NACIMIENTO DEL HIJO DE DIOS.

 

         ¡Qué ganas tenía, mi Bien, de tenerte entre mis brazos! Yo sabía que, al salir de mí, tu presencia sería menos íntima aunque más visible. ¡Qué guapo eres, hijo mío! Ya estás respirando el aire de este mundo al que quieres tanto. Tanto lo quiso tu padre que no descansó hasta entregarle a su único Hijo. Y ese Hijo eres tú. Y tú eres también Hijo mío. ¡El Padre Dios y yo compartimos el mismo Hijo! ¡Casi nada! No acabo de comprender, mi Jesús, cómo es que tu Padre puso en mí su mirada y me escogió para madre tuya. ¡Qué honra tan inmensa y qué responsabilidad tan grande!

 

         Este gozo, hijo mío, se nubla por la pobre bienvenida que te ofrece el mundo: este portal. ¡Entre animales! Sin comodidades, con extrema carencia de lo más indispensable... Yo sé -pero me duele ahora- que quieres compartir, hijo mío, las angustias de los sin techo, las estrecheces de los emigrantes, la penuria de los pobres...

 

         Pero...¡fuera ahora todo atisbo de tristeza! No puede haber lugar para la pesadumbre cuando acaba de nacer la Vida que eres tú. Y yo tengo que contagiar de alegría, por tu llegada, al mundo entero.

 

         Jesús: te habrás dado cuenta del gozo de José, mi esposo, por tu nacimiento. ¿No viste cómo le temblaron los brazos cuando te cogió por primera vez? ¿No sentiste sobre tu  cara las lágrimas que rodaron por sus mejillas cuando te dio el primer beso? ¡Cuánto nos quiere y cuánto lo quiero! Es el hombre justo que el Padre ha puesto en tu camino y en el mío para protegernos.

 

         Que tus seguidores de todos los tiempos, hijo mío, te reconozcan siempre en los desheredados de la fortuna, y en los que, carentes de lo necesario, mendigan comprensión, pan y cariño.

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         Con estos recuerdos imborrables de mi paso por Fuente de Cantos, pido a la Stma. Virgen de la Hermosa que guíe los pasos e ilumine los caminos de todos los fuentecanteños prodigándoles su protección y  su cariño de Madre y Patrona.