Cofradía de

Nuestra Señora de la Soledad

 

     En la parroquia de Ntra. Sra. de la Granada, en un retablo lateral, y «de gran interés artístico, obra de hacia el tercer cuarto del siglo XVIII, que tiene una original disposición de elementos, conjugando tendencias rococó y clasicistas de atractivo contraste. Contiene una imagen de la Soledad de principios de la misma centuria» Es una talla de la Virgen de candelero, vestida de negro, con las manos entrelazadas a la altura del pecho.

Podemos pensar que muy pronto se organizaría una cofradía de mujeres, en torno a esta imagen de María, para darle culto especial en este misterio de su Soledad, ya que hay documentación de su existencia a mediados de aquel siglo.

Lógico sería también pensar, saliera en procesión algún día de Semana Santa, acompañada de sus devotas cofrades. Siendo estímulo y ejemplo para las otras Cofradías penitenciales de hombres, ya existentes.

No habiendo ninguna documentación en la actual Cofradía, sólo se puede escribir sobre la tradición oral llegada hasta nosotros. Así pues, puedo añadir algo más por lo que recuerdan las personas mayores de nuestro pueblo.

En 1918 regaló a la Soledad, Dña. María de Nazaret Carrascal Gordillo, un paso procesional de estilo gótico, con un hermoso dosel, igual al que tiene la Virgen que lleva la misma advocación en la parroquia de San Lorenzo de Sevilla, única virgen sevillana que lo lleva en el paso procesional. Unos veinte años después, el dosel fue achicado para quitar peso a las andas, y más tarde se le retiró, cambiándolo por el palio actual.

La compra del paso está indicando que, por esa fecha ya salía en procesión, y es de suponer que acompañada de mujeres devotas, que profesaban su fe públicamente, a cara descubierta. Allá por el año 1924 había una Hermandad, llevada por una Mayordoma que se encargaba promover su culto, adorno de la imagen y fomentar la asistencia de sus miembros a la procesión del Viernes Santo, entonces formada por un grupo reducido de personas.

Con el transcurso del tiempo fue aumentando el número de miembros, llegando a participar prácticamente en la procesión de la Soledad todas las mujeres casadas del pueblo y algunas también solteras.

Así se llegó a constituir la Cofradía con su Junta directiva, probablemente entre los años 25 al 45 del pasado siglo, siendo Arcipreste D. Manuel Alemán Carvajal; éste organizó otras Asociaciones y Cofradías, como la del Stmo. Cristo de la Misericordia (15 de marzo de 1928), aunque nunca tuvieron reglamento propio aprobado por el Prelado de la Diócesis para su constitución canónica, requisito indispensable para ser reconocidas por la Iglesia como Cofradías.

Las varias Juntas de Gobierno que se han sucedido, han procurado fomentar el culto público a esta imagen, nota común a las otras Cofradías penitenciales, pero es llegado el momento de renovar el espíritu de todas, según lo ordenado en el Sínodo Diocesano de 1992, con Estatutos propios, que ofrezcan fines y objetivos bien definidos, siendo parte integrantes de la pastoral parroquial, según la mente del Concilio Vaticano II.

Es significativo el horario para la procesión de la Virgen de la Soledad: cuando todos lo hombres se retiran después de acompañar el Santo Entierro, ellas, «la mujeres» se acercan a María, para rezarle, cantarle y acompañarla en su Soledad, pero siempre con una esperanza viva: «no todo ha terminado en el sepulcro». Como aquellas que acompañaron a Jesús desde Galilea, y permanecieron fíeles junto a la Madre como para decirle, algo de lo que Ella está segura: tu Hijo resucitará.

Muy propio de su condición femenina es la compasión por los más débiles y desamparados, simbolizados en la Madre Virgen, vestida de negro, que llora la muerte de su Hijo querido. En la que encuentran un ejemplo de sufrimiento callado por la pérdida o ausencia de sus seres queridos, de la que las mujeres fuentecanteñas tienen larga experiencia a lo largo de toda su historia.

Mientras los hombres buscaban el sustento de la familia fuera de casa, las fieles esposas trabajaban en el hogar; ¡largas horas de soledad... en que, levantando su mirada al cielo, rogaban por ellos! No digamos, cuando algún miembro sufría o enfermaba o marchaba al servicio militar en tiempo de guerras.

Nuestro pueblo, eminentemente agrícola, cuan do la «esterilidad de los años» no produce las cosechas suficientes, obliga a nuestro hombre a «buscar trabajo» y se produce el fenómeno de la emigración, que tanto hace sufrir al sexo débil que no puede seguirlos.

Otra soledad bien dura sufren nuestras mujeres, cuando ven que sus esposos e hijos o hijas, las dejan «solas» en sus prácticas religiosas por las corrientes de secularismo reinante en nuestra sociedad actual. Acuden a María, con lágrimas a veces en sus ojos, implorando la vuelta del hijo perdido, como otra Santa Mónica por su hijo Agustín, confiando a su intercesión maternal la vuelta de estos hijos pródigos, que Ella, la Madre de Dios, recibirá un día en sus brazos.

También nuestras mujeres conocen, y sienten compasión, por lo que es la soledad para los ancianos y enfermos; por eso esta Cofradía, en su renovación y Estatutos, debe quedar bien reflejado este espíritu de solidaridad con los que sufren, y llevarlo a término con constancia y espíritu de servicio. 

 

Ana María del Niño Jesús de Praga

O.C.D.

(Texto: Revista Semana Santa año 2000)