PREGÓN DE SEMANA SANTA. FUENTE  DE CANTOS  2008

  

 

 

Sonetos y Textos originales

Juan Ramírez García

 

 

Reverendo Señor Párroco, Señorita  Alcaldesa y miembros de la  Corporación  Municipal, Hermanos Mayores, Directivos y Hermanos y Hermanas  de las Cofradías de penitencia, amiga Mari Trini, enhorabuena  por esa magnífica saeta, Profesores del aula Municipal de Música: Alfredo y Natalia,  queridos familiares y amigos.

 

Gracias, Julio por las cosas que has dicho de mi, por haber exagerado tanto mis pequeñas virtudes, que no serían tales si no fueran para ponerlas al servicio de los demás. Sé que lo que has dicho es fruto de nuestra amistad, que arranca desde nuestros padres, en nosotros se intensificaron por lazos familiares adquiridos de la mano de nuestra llorada y querida Maripepa y de  Pili y que se continúa con nuestros hijos.

 

Cuando nuestro Párroco, buen amigo y mejor persona José María Borreguero, me comunicó el acuerdo de la Junta de Cofradías proponiéndome como pregonero de la Semana Santa de este año, confieso que, a pesar de tener ya experiencia en esta tarea de pregonar y de mis muchas horas de micrófono ante el público, me sentí abrumado por la responsabilidad que podía contraer. Ser nada más y nada menos que pregonero de nuestra pujante Semana Santa, la verdad es que me sobrecogía, pero no podía negarme a la confianza que había depositado en mí  la Junta de Cofradías y, aquí me veo, ante vosotros al lado del envidiable retablo de nuestro altar mayor, dispuesto a decir el Pregón de Semana Santa, consciente de que cualquiera de vosotros que estáis escuchándome, podríais perfectamente ocupar mi lugar, pues sin duda y afortunadamente, cada fuentecanteño lleva en sí un pregonero de Semana Santa, por la tradición de que goza en nuestro pueblo. Una tradición para mí  entrañable, ya que,  documentándome  para este pregón,  cayó en mis manos un dato de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia y Nuestra Señora de las Angustias: el acta de una reunión de la Junta Directiva de 1931, donde aparecía como vocal mi padre, José María Ramírez Pagador; luego fui vocal y tesorero de esa misma Cofradía, y actualmente es mi hijo José Carlos Vicepresidente.

 

Esto me animó en mi tarea de Pregonero, al ponerse en evidencia la tradición transmitida de abuelos a nietos, caso que no solamente se da en mi familia, ya que hay muchas otras en las que concurre  esta circunstancia.

 

Me vais a permitir que recuerde en este pregón a mis padres, en los que represento a todos nuestros mayores, que están siguiendo eternamente desde allá arriba nuestra Semana Santa y gracias a los cuales fueron posible los hechos que evocaré.

 

Una dedicación especial a los jóvenes, savia nueva de nuestra Semana Mayor, que no conocieron ese pasado y también a los que, como yo, digamos no tan jóvenes, conservan estos recuerdos de la infancia.

 

Y, como no, a los niños, tan integrados en la Semana Santa y que son el futuro de esta hermosa tradición.

 

También y de una manera especial a mi mujer, Pili, que me ha ayudado con sus aportaciones, y algunas veces con sus críticas, a escribir este pregón,  a mis familiares, muy especialmente a mi hermana Nati, tú sabes lo que significa para mí que estés aquí esta noche, y a mis amigos y amigas todos,  que estáis ahí, dándome ánimos con vuestra presencia.

 

Mis primeros recuerdos de la Semana Santa, se encuadran en un pueblo muy diferente, casi irreconocible si retrocedemos a los años cincuenta: las calles estaban parcialmente  empedradas y la mayoría con suelo  de tierra, que el agua del invierno convertía en barro, surcándolas ocasionales regatos, que hacían las delicias  de nosotros los niños de entonces, porque nos servían para hacer represas y para hacer navegar  nuestros frágiles barquitos de papel.  También las utilizábamos como pistas para jugar a los bolindres o al repión y las niñas a la comba o al gato. A veces teníamos que apartarnos porque llegaba un rebaño de ovejas o de cabras, que dejaban a su paso las “cagalutas” que teníamos que retirar a patadas para seguir jugando. Los animales  de labranza, esperaban pacientemente atados a las rejas de la casa o las puertas falsas, aguardando que su amo rompiera su resignada espera y montara a sentadillas en su lomo para emprender camino a la besana.

 

Por la noche, la oscuridad se mezclaba con la pobre luz de unas bombillas colocadas estratégicamente en las esquinas, y los perros denunciaban con sus ladridos la presencia de intrusos en su territorio.

 

El último día de clase antes de la Semana Santa, esperábamos en las escuelas del Cuartel Viejo o del Rincón, sentados en nuestros ya arcaicos pupitres de madera, que dieran las cinco campanadas en la torre. Se iniciaba lo que entonces se conocía no como  “vacaciones”, sino como un tiempo en el que “no se iba a la escuela”. Era el comienzo de la Semana Santa, corríamos alborozados, los niños con nuestras pesadas carteras de madera y las niñas con su atesorada “caja de caoba”, en busca del regazo de las madres, que esperaban  para poner en nuestras manos el pan aceite y azúcar o el chocolate de Matías López.

 

 Pero ese día había algo especial, algo diferente en la casa: de la cocina salía el olor meloso de los dulces fritos, esos gañotes, melendres, flores y roscos de vino, que nuestras madres y abuelas preparaban para los días de la Semana Santa, muy especialmente para el Viernes Santo, que era el día grande, y los dulces venían muy bien para sobrellevar el día de abstinencia. Era el preludio de la Semana Santa, si bien cuarenta días antes, el fantasmagórico aspecto de la Iglesia, con sus Santos tapados con telas moradas en señal de penitencia cuaresmal, empezaba a mentalizarnos para el tiempo  de la Pasión y Muerte de Cristo.

 

Llegaba el Domingo de Ramos con aquello de “El que no estrena se le cortan las manos”, y nos poníamos unos calcetines nuevos de hilo, porque los trajes y otras prendas de más valor, estaban destinadas para los hermanos mayores, que se vestían de mozo  con ese traje que nosotros heredaríamos al cabo de unos años.

 

Pero cuando realmente detectábamos que la Semana Santa había llegado, era cuando, en el altozano de la plaza de abastos, donde jugábamos los niños, hacía su aparición el primer nazareno de El Hospital, con su túnica blanca y su capirucho morado. Enseguida dejábamos nuestros juegos y nos arremolinábamos alrededor de él con la intención de verle la cara o adivinar su personalidad. El nazareno seguía impertérrito su camino por la calle Arias Montano, muchas veces seguido por los niños más curiosos y tozudos.

 

He querido empezar por aquí, porque son mis primeros recuerdos de la Semana Santa, unos recuerdos, que lejos de evocar aquellos tiempos, pretenden rememorar una tradición que, afortunadamente, y gracias al profundo respeto  a nuestras costumbres, que dedican  los hombres y mujeres que trabajan  con   entusiasmo por nuestra Semana Mayor, la hayan hecho progresar  en esplendor, belleza y, sobre todo, en religiosidad

 

 

DOMINGO DE RAMOS:

 

Los actos religiosos se limitaban  a la Misa de Ramos, en la que los más afortunados podían coger una palma para colgarla del balcón principal de la casa

 

Ya en tiempos más recientes,  niños y niñas, ataviados con las túnicas de sus respectivas cofradías sin capirucho, aguardan en la ermita de San Juan, jugando y  observando atentamente a la burra, que después cabalgará un joven actor en  el  papel de Jesús entrando triunfante en Jerusalén.

 

Las calles de Fuente de Cantos se convierten en escenario de unos hechos ocurridos dos mil años antes. y sus balcones se adornan con palmas y ramos de olivo.

 

                            Dónde vas Jesús entre clamores

                            de un pueblo que te grita Hosanna

con ramos de olivos y agitando palmas

poniendo al  paso alfombras de colores

 

Si sabes que mañana estos honores

se trocarán en dolor para tu alma,

que no tendrás sosiego, luz y calma

convirtiendo en sangre tus sudores.

 

Dónde estaba ese pueblo enardecido,

que ha cambiado sus palmas por espadas

y al Hijo de David han convertido

 

en reo de muerte y carne lacerada.

No consientas que reine en mí el olvido

ni que ignore tu muerte y tu lanzada.

 

 

 

JESUS CAUTIVO

 

Aires de Semana santa Sevillana, olor  de alhucemas y toques de campanillas, emoción, sobriedad penitencial en tu desfile. La Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre Jesús Cautivo cuida escrupulosamente los detalles y ha extendido sus cultos a todo el año litúrgico.

 

         Esa magnífica talla de Miguel Bejarano, auténtica obra de arte con la que se ha enriquecido el patrimonio artístico religioso de Fuente de Cantos, inspira una enorme devoción, con hondas raíces en nuestra localidad originada por el fervor a esa pequeña talla del Cristo de Medinaceli que se venera en la ermita de San Juan.

        

La impresionante figura de Jesús Cautivo, con sus manos amarradas, nos hace recordar a tantos seres  humanos, que tienen también como Él las manos atadas y son cautivos de la droga, de la tiranía, del hambre, de la guerra y de la ambición humana.

        

Jesús Cautivo nos da una tremenda lección de humildad: un Dios con las manos atadas y dispuesto a soportar por nuestra salvación la más cruel de las muertes. 

        

Benditos sean esos aires nuevos que ha traído esta Hermandad y que da frescor y lozanía a nuestra Semana Santa

 

 

 

Me inspiras tal fervor, Jesús Cautivo

al contemplar esas crispadas manos,

que son la sinrazón del ser humano,

retrato de dolor en un ser vivo.

 

Qué mirada de amor, qué gesto altivo,

olvidar la traición de un beso hermano,

que tu vida arrancaba tan temprano,

en el huerto fatal de los olivos.

 

Si sé de tu pasión y tu amargura,

qué me quieres decir con tu mirada,

que impregna majestad a tu figura

 

Y mirando tus manos así atadas,

me inspiras, Dios Cautivo, tal ternura,

que me tienes el alma cautivada.

 

 

MARTES  SANTO

 

 

Camina Cristo Amarrado a la columna, hostigado por el látigo cruel del judío, ante la mirada indolente del soldado romano. Y detrás, la Virgen del Mayor Dolor, acompañando su caminar con el tintineo de los varales de su palio. Virgen del Mayor Dolor ¡Qué mayor dolor cabe que la muerte de un hijo!.

 

La primera procesión de mi Semana Santa de niño, la que pasaba tres veces por mi casa. La procesión del Cristo Amarrado a la Columna y Nuestra Señora del Mayor Dolor  iniciaba su largo recorrido  por la calle de  los Frailes que iluminaba el paso de los tronos con bombillas encendidas en los quicios de las puertas de las casas. Como decía nuestro Poeta Luis Chamizo en su Semana Santa en Guareña: ¡pumba!, s´encendían toas las luminarias. No podía faltar  el acompañamiento de la Banda Municipal del Maestro Perera y la  estación penitencial en la Parroquia, con el personalísimo  Sermón a cargo de Nuestro querido D. Julio

        

Recuerdo cuando se detenían los tronos a la puerta de mi casa y mi padre ofrecía una copa de vino a los costaleros. Era lo que entonces recibían con mayor agrado  aquellos hombres a los que había que contratar a jornal para que realizaran esta sagrada tarea. Afortunadamente cuánto ha cambiado esto.

        

Las Torres nueva y vieja eran testigos mudos del emocionante encuentro de Jesús con su Madre. Después, rendido por mi sueño de niño, apenas podía escuchar la saeta que Pepín Gala cantaba desde el balcón de mi casa,

 

El sonar de los tambores, que poco a poco se iba perdiendo en la lejanía, animaba  a mi mente infantil a imaginar cómo las imágenes del Señor y la Virgen tomaban vida   y sufrían realmente las escenas de la Pasión. Toda esta percepción de la muerte, me llegaba a desvelar

 

 

 

Si el judío que te azota supiera

que eres Dios redentor de los pecados,

seguro que te hubiera desatado

y te daría libertad, si es que pudiera.

 

Contemplando, Jesús, de esa manera

tu cuerpo retorcido y azotado,

indefenso, febril, ensangrentado,

mi alma se acongoja y se rebela.

 

Tu columna es pequeño santuario,

tus brazos maniatados mi quebranto,

tu piel escarnecida mi sudario.

 

 

Se hace Jerusalén Fuente de Cantos,

la calle de Los Frailes el Calvario,

para vivir tu pasión el Martes Santo

 

 

MIÉRCOLES SANTO

        

                   Pasión morada el Miércoles Santo. ¿En qué se parece la ermita de la Hermosa al Calvario?. La ermita de gloria de nuestra  Virgen Patrona, se convierte en Semana Santa en el Gólgota a donde llega el Nazareno, agotado, exhausto, tras caminar por la Vía Dolorosa. El Cristo Nazareno de Fuente de Cantos, con su rostro que inspira al mismo tiempo dolor, sacrificio, pero también esperanza. Su divino cuerpo se dobla al enorme peso de la cruz. Jesús se ha echado a cuestas las injusticias, las ingratitudes, nuestros pecados, nuestra insolidaridad, nuestra intransigencia y también nuestro pasotismo, que es culpable también de infinitas sinrazones que reinan en el que,  falsamente, llamamos “nuestro mundo”. Jesús Nazareno  lleva todo esto en su Cruz para que mueran con Él en el  Calvario.         

                     

 

  Qué soledad siente el Nazareno

camino del Calvario en su suplicio,

consumando su santo sacrificio,

bajo el peso terrible del madero.

 

Quisiera ser, señor, tu Cirineo,

aligerar tu peso y tu fatiga,

quisiera ser, Jesús, la mano amiga,

y librarte de sufrir con mi deseo.

 

Si ejercer de Verónica pudiera,

secaría  tu sudor con mi pañuelo,

sería también llorosa plañidera,

 

desahogando mi eterno desconsuelo

y poder liberar de esa manera,

 tu pasión, mi pasión, mirando al cielo.

 

        

         Y detrás del Nazareno, su Madre, Nuestra Señora de los Dolores. Es la Dolorosa Madre de Dios, reflejo de tantas y tantas madres dolorosas, cuya imagen nos ofrecen, desgraciadamente con bastante reiteración, los medios informativos. Vemos muchas madres Dolorosas abrazadas al cuerpo de sus hijos o maridos, que han perdido la vida en crueles atentados o  en guerras.

 

         Me evoca el señorial paso de la Virgen de los Dolores, aquella escena que ese gran músico que fue el Maestro Serrano describe en su Zarzuela “La Dolorosa” en la romanza Relato de Rafael

 

                      RELATO DE RAFAEL (MAESTRO SERRANO)              

 

Zarzuela LA DOLOROSA

La roca fría del Calvario

se oculta en negra nube,

por un sendero solitario,

la Virgen Madre sube,

camina

y su cara morena,

flor de azucena,

que ha perdido el color,

en su pecho lacerado

se han clavado

las espinas del dolor.

Su cuerpo vacilante

se dobla al peso de la pena,

pero sigue adelante,

camina,

y sus labios de hielo

besan el suelo,

donde nace una flor,

en cada gota de sangre

derramada

por Jesús el Redentor

 

 

JUEVES SANTO

 

 

         Pasión y silencio del Jueves Santo. Silencio sobrecogedor al paso por la plaza de las palmeras. Las divinas plantas del Cristo de la Misericordia, regadas por la sangre redentora, se confunden con los claveles rojos del trono. Cristo ha muerto. Sólo queda sensación de soledad y miedo. Los que le seguían, que esperaban tanto de Él, ven a su líder muerto. La desolación se apodera de ellos. Alguien que les ofrecía algo nuevo: el amor, la esperanza, la alegría de la vida, en un entorno tan difícil,  ha muerto. Ahora todo se ha convertido en miedo, zozobra y ansiedad.

 

         Sin embargo aquí comienza el verdadero sentido cristiano de la vida: la resurrección, la esperanza en la vida eterna que nos ofrece y gana para nosotros Cristo con su Pasión y Muerte.

 

         Cuando acompañaba a la procesión del Jueves Santo, parapetado en mi capirucho de nazareno, me atraía contemplar las caras que ponían  los niños y niñas al paso del Cristo de la Misericordia:   absortos unos, incrédulos otros y los que más, aterrorizados ante tanta crueldad. Sus mentes infantiles no comprenden semejante barbarie. El recuerdo de la alegría del nacimiento en Belén, se ha trocado por la pasión del Calvario. Los bulliciosos villancicos se han convertido en saetas llenas de dolor; el acompañamiento de zambombas y panderetas ha sido apagado por el  lúgubre redoblar de los tambores. Los pequeños no comprenden estas  contradicciones entre vida y muerte, entre  amor y  odio. Uno de los pequeños, salía de su ensimismamiento, volvía a la realidad y preguntaba a su madre: Mamá ¿en esta procesión no hay encuentro?

 

La madre le contesta; pero hijo, cómo va a haber encuentro, si la Virgen viene ahí detrás con su hijo muerto en sus brazos.

 

La Virgen de las Angustias, esa talla, que dicen de ella los expertos que es  quizás la mejor escultura religiosa de Extremadura, nosotros le quitamos ese “quizás” toda una expresión de dolor y sufrimiento. “levantadla, levantadla y mecedla, costaleros”. No es de extrañar que esos fieles cantaores, que no fallan ningún año, se sientan atraídos por esa hermosa talla, que tanto fervor y emoción les inspira para expresar con sus saetas lo más hondo de sus sentimientos.

 

Qué escultor te dio vida Virgen mía,

quién retrató la angustia en tu mirada,

quién regó con lágrimas doradas,

tus mejillas con surcos de agonía.

 

Seguro que si viviera volvería

a ponerte el escultor la misma cara,

no existe otra expresión tan angustiada,

ni tan serena belleza en sintonía.

 

Tu hijo entre tus brazos yace muerto,

y parece que deseas en tu amargura

intentar darle vida con tu aliento.

 

Qué expresión de dolor, cuánta hermosura,

Antonio Calvó, qué gran portento,

qué divina oración es tu escultura.

 

 

VIERNES SANTO

 

Todo es dolor, recogimiento, tristeza. Cristo ha muerto. Los niños, ese día, no jugábamos en la plaza, pero no porque nos lo prohibieran, sino porque era tal el recogimiento, la sensación de respeto y de dolor que nos envolvía,  que hacía sentirnos incapaces de iniciar nuestro acostumbrado bullicio  lúdico.

 

Nos ponían el “traje de los domingos”  y acompañábamos a nuestros padres en las caminatas, que se hacían interminables, para visitar los Monumentos: El Carmen, El Hospital, La Hermosa, La Parroquia.

 

Al regresar a casa, el guiso de garbanzos con bacalao, reponía nuestras mermadas fuerzas, mientras escuchábamos en el enorme aparato de radio Telefunken la música religiosa, que contribuía a acrecentar la intensidad de nuestra congoja y nuestra sensación de miedo a la muerte.

 

Viernes Santo, el luto impedía que las campanas de la torre dieran ningún toque de llamada o aviso. Sólo el ronco sonido de la vieja matraca, anunciaba por las calles del pueblo la celebración de los Santos oficios, haciendo salir de sus casas a las mujeres para preguntar a los monaguillos la hora de inicio.

 

Después la solemne procesión del Santo Entierro, con todos los Cristos  de la Semana Santa fuentecanteña inicia su recorrido.

 

Llamaba la atención, cuando al llegar el desfile procesional  al Altozano, volvía ya de vuelta el paso del Cristo  Amarrado a la Columna, coincidiendo en esta plaza con el Santo Sepulcro acompañado por dos interminables filas de hombres con sus trajes negros.

 

Ese desfile de todos los Cristos, es una exposición de arte religioso por nuestras calles. La belleza y calidad  de sus tallas, las expresiones de sus rostros doloridos, todo ello complementado con el inmenso amor, entusiasmo y arte con el que los costaleros portan los tronos primorosamente decorados con flores colocadas por manos expertas, hacen de la procesión Magna del Santo Entierro  una de las mayores manifestaciones de fe de nuestro pueblo.

 

El Santo Sepulcro, con el Cristo Yacente es la culminación de la Pasión de Cristo, un trono que impresiona por su sobriedad, pero al mismo tiempo por su majestuosa elegancia. Sobrecoge el respetuoso silencio en su acompañamiento, sólo roto por el acompasado son de los tambores. 

        

Se ha cebado en ti el sello  de la muerte,

tus ojos son dos soles apagados,

tus brazos dos  gladiolos desmayados

y un árbol otoñal  tu cuerpo inerte.

 

Por eso me estremezco, Dios, al verte

con tu cetrina faz, tus pies llagados

y contemplar tu pecho lanceado,

no se puede sentir pesar más fuerte.

 

Qué   serena paz es tu reposo,

qué dulce majestad es tu figura,

contemplo compungido y angustioso

 

la sangre coagulada que aún perdura,

que es texto de evangelio fervoroso

y hace templo de fe tu sepultura.

 

 

SOLEDAD

 

         Completa  la jornada sagrada del Viernes Santo, el solemne desfile de la Virgen de la Soledad. Velas encendidas, llamas de esperanza en la resurrección de Cristo, cantos y rezos de letanías dolorosas, llenan las calles del pueblo.

 

         Cada gota de cera que cae de la vela, es como una lágrima que quiere unirse a las derramadas por la Virgen en su soledad.

 

         Procesión de las Mujeres.  Los maridos, novios y mozalbetes, (los niños ya estaban rendidos por la intensidad de la jornada),  aguardaban en las esquinas el paso de la procesión. Unos, simplemente para ver el rostro de su mujer alumbrado por la vela y los novios y pretendientes para dar un soplido que tuviera como destino apagar  momentáneamente la llama de la vela de la  mujer adorada,  para después restaurar con el mechero su extinguido fuego, e intercambiar en esos segundos,  algunas palabras cariñosas, teniendo bien cuidado en no ser sorprendido por los siempre vigilantes sacerdotes, Don Juan Manuel y Don Julio, que con su significativa mirada, y algunas veces con palabras, recriminaba  semejante osadía.

 

Lo cierto es que pocas manifestaciones de fe, inspiran tanto fervor como la Procesión de las Mujeres. La belleza plástica de las lucecitas por las aceras y como fondo la impresionante presencia de la Virgen de la Soledad, adornada con flores blancas cirios encendidos, hacen ciertamente una de las estampas más bellas de nuestra Semana Santa.

 

                           

 

No sientas Soledad, ¡oh¡ Virgen mía,

las mujeres con velas encendidas

acompañan tu pena dolorida,

con sus cantos de amor y letanías

 

No sientas Soledad ni lejanía

a pesar de tu alma entristecida,

si  es grande tu dolor, Virgen querida,

es más grande tu dulce compañía.

 

Si con mi vela encendida pudiera

devolverte a tu Hijo tan querido,

Virgen de la soledad, bien que lo hiciera.

 

Si por salvar el mundo malherido,

hubiera que encender todas las velas

para quemar guerras, hambres y olvidos,

 

te ofrecería infinitos cirios encendidos

 

 

 

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

 

        

Aguardábamos los niños con cierto temor el Sábado de Gloria, día en que se celebraba la resurrección de Cristo, ya que aparecían por las calles los Ramiros, esos “Diablos” escapados  del infierno y que deambulaban errantes víctimas del triunfo de la resurrección de Cristo. Cierto es que su terrorífica  figura, en la que no solía faltar un amenazador hocino, hacía temblar de miedo a los que más, pero también eran fruto de las burlas y algún que otro “chinotazo” de los más  atrevidos, que muchas veces los acorralaban o los hacían correr sin rumbo, fieles a su papel,  como auténticos diablos.

 

Esta tradición se ha perdido en Fuente de Cantos,  pero afortunadamente, esos miedos de los niños por los Ramiros el Sábado de Gloria, se han trocado por el júbilo, la alegría y también el fervor, de los niños y niñas de Fuente de Cantos que hace unos años fundaron la Cofradía del Cristo Resucitado y Nuestra Señora de la Paz.

        

Sus fundadores, ya no son niños, pero continúan con el mismo  entusiasmo, no sólo por su Cofradía, sino colaborando con  las de sus padres y siendo auténticos pilares del futuro venturoso de nuestra Semana Santa.

 

         Triunfo de Cristo Resucitado. Aquellos aprendices de costalero, que portaban las Cruces de Mayo,  hoy llevan sobre sus hombros al Cristo triunfante Resucitado y a la Virgen de la Paz. Qué dos palabras tan bellas: Resurrección y Paz unidas en los afanes de esta Cofradía que alegra las calles de nuestro pueblo el Domingo de Resurrección y hace llover pétalos de rosas desde la Torre Vieja sobre estos símbolos de revivir y  de paz, que son las imágenes sagradas que han incorporado felizmente a nuestra Semana Santa  

        

Suenan campanas de gloria y de alegría,

El Dios  triunfante ha resucitado,

Hijo y Madre, por fin se han    encontrado,

con la torre de la Hermosa por vigía.

 

Se cumplió la sagrada  profecía

y tocaré tu llaga del costado,

como santo Tomás desconfiado, 

para sentirte más vivo todavía

 

Ya no llorarás más está segura,

Virgen de la Paz, guarda el pañuelo,

se acabó tu dolor y tu amargura

 

Ya llegó la calma y tu consuelo,

Qué alegría vas a sentir , oh Virgen mía

Cuando estés con Jesús allá en el cielo

 

 

AL COSTALERO

 

He dejado para el final, y no precisamente porque sea lo menos importante, algunos ya lo estarían echando de menos, la figura del Costalero. Esos esforzados hombres, y algunas mujeres jóvenes, que sé que llevan el paso de la Virgen de la Paz, auténticos pilares de nuestra Semana Santa, que junto con los Capataces, Camareras,  Directivos de las Cofradías y Hermanos Penitentes, hacen que nuestra Semana Mayor sea cada vez más esplendorosa y digna de devoción  Cristiana.

 

Son los costaleros los que prestan sus pies, su fuerza y su entusiasmo, para que esos tronos cobren verdadera vida al ser mecidos al son de  nuestras bandas, la de Fuente de Cantos bajo la mano de ese gran músico que es Benjamín Barrado, la de la  Cruz Roja con el trabajo y buen hacer de Ernesto Iglesias y también las que vienen de fuera. Sea para ellos mi último soneto de este pregón, que también quiero dedicar a la memoria de los capataces últimamente fallecidos: José Dolores Barroso, Pepe  Godoy y Josefín Ramírez.

 

Quiero seguir tus pasos al Calvario

Compartir tus duras  levantadas,

sentir contigo el frío de madrugada

mecer a Dios a ritmo de Rosario

 

Tu faja, costalero, es tu sudario,

es tu trono tu templo y tu morada,

tu camisa tu túnica sagrada,

tu corazón tu gran escapulario

 

Tu religión no esta en un libro escrita,

tu oración es tu silencio verdadero

tu sudor generosa agua bendita,

 

tu comunión: tu esfuerzo, compañero,

Tu Evangelio es el Dios que resucita,

Tu cielo, tu cielo eres tú, costalero

 

 

Que vivamos una Semana Santa intensa en el amor de Cristo.

 

Muchas gracias