Hermandad de Ntra. Sra. de la Hermosa    

           Septiembre 2009. Fuente de Cantos

 
 

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"Sacerdotes para siempre"

 

José María Borreguero Fernández

Párroco

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     En la memoria de todos, estoy seguro, existe el recuerdo de alguna persona, ajena a la familia, que ha influido, de forma importante en nuestras vidas, ya sean maestros, profesores, adultos cercanos y en algún caso un sacerdote.

 

     Aquel sacerdote de mis años de infancia se llamaba José Luis. Don José Luis tenía una Vespa en la que montaba con sotana, era el organista de la Catedral, en la que además dirigía una escolanía de niños cantores que acompañaban con sus cantos la solemne liturgia de la catedral, al que yo pertenecía. En verano nos llevaba a los campamentos que la Acción Católica, de la que era Consiliario, organizaba en las proximidades de Bejar. Además de la música, D. José Luis cultivaba la afición por la poesía.

 

     Llegó a publicar un libro de poemas en los que cantaba a los pinos de aquellos parajes entrañables de la Sierra de Béjar, a personas  conocidas, y como no, algún que otro poema dedicado a la Virgen María, por la que sentía una especial devoción.  Fui su monaguillo, de misas al amanecer, en la capellanía que atendía de religiosas Trinitarias y en una clínica privada de la ciudad de la que aun recuerdo aquel característico olor a medicinas, cuando, al acabar la misa, llevábamos la comunión a la habitación de algún enfermo más grave. De él recibí, todavía lo recuerdo, sentados en las escaleras de la torre, aquella pregunta: “Oye, ¿A ti no te gustaría ser sacerdote? Por que no vas a estudiar a un Colegio de los Misioneros de la Preciosa Sangre?” Yo estoy seguro de que en aquel momento pondría los ojos como platos y pensé: “¡A lo mejor, un día, yo puedo ser como D. José Luis!”. Luego, pasados muchos años, un día, supe que D. José Luis había muerto tocando el órgano de la catedral en uno de los días de la Novena a la Virgen de la Montaña, patrona de mi ciudad, y pensé: “¡No podía ser de otra forma!

 

     Años más tarde, otro sacerdote, en esta ocasión, más cercano, al ser compañero de comunidad, me impresionó por si amor a la Virgen María. Era un sacerdote entrañable, muy cercano a la gente. Se llamaba José, aunque todos lo conocíamos por su apellido. ¡Que pasión ponía el P. Gómez cuando hablaba de la Santísima Virgen María, ya fuera la de la Hermosa o la del Consuelo de su pueblo natal!  No me extrañó que la Virgen lo llamara a su lado coincidiendo con la fiesta de su Asunción.

 

     Fueron también sacerdotes quienes, ya en mi infancia y adolescencia me acercaron,  en mis años de estudios, hasta  esta ermita de la Virgen de la Hermosa, cuando como seminarista participaba, también en un coro, en este caso el de D. José Martínez, en los tradicionales oficios de Semana Santa que celebraban los Padres del Colegio de forma solemne y profunda.

 

     Y no hace muchos días, otro sacerdote, el P. Salvador, nos dejaba a consecuencia de un infarto y en un paréntesis de su tarea misionera en Paraguay. De éste sacerdote singular recuerdo también su devoción por la Virgen María. Una devoción que le acompañó en sus múltiples viajes misioneros: Brasil, Chile, Paraguay... lugares en los que, como muestra de su especial amor a la Santísima Virgen, dejaba siempre construida una pequeña capilla, con la ayuda de las gentes del lugar. Las fotografías que nos enseñaba a su vuelta daban constancia de esos pequeños monumentos que él levantaba en honor a la Madre de Dios. Todavía hoy en algunos cajones de los muebles de la casa parroquial en la que él vivió en su estancia en Fuente de Cantos, en uno de sus paréntesis, por motivos de salud, de su actividad misionera encuentro algunas estampas de esas y algunas otras imágenes de la Virgen.

 

     Este año, en Agosto, cumplo diez años en la Parroquia de Fuente de Cantos y a lo largo de estos diez años he podido vivir, con una intensidad especial la Novena y Fiesta de la Virgen de la Hermosa, acompañando la devoción de este pueblo a su Patrona. He conocido en estos años a sacerdotes, unos jóvenes otros más mayores, que nos han sabido hacer llegar, con sus predicaciones en la Novena, las maravillas que el Señor hizo en aquella Madre Hermosa que él eligió como Madre de su Hijo Jesús.

 

     He querido, a través de este artículo, entrelazado de recuerdos personales, dedicar un homenaje sentido y cariñoso, con ocasión del Año sacerdotal, a todos los sacerdotes. En los que mi memoria ha traído hasta aquí, están presentes todos los que han pasado por mi vida. Y quiero a través de esta reflexión, traer a la memoria y el recuerdo de todos  a los sacerdotes que han pasado por la Parroquia de Fuente de Cantos y por la comunidad de los Misioneros de la Preciosa Sangre. A los que conocí personalmente y a los que no he conocido pero que han dejado la impronta de su actividad pastoral en nuestro pueblo de Fuente de Cantos.

 

     El papa Benedicto XVI en su carta a los sacerdotes con motivo del Año Sacerdotal en la que propone como modelo a S. Juan Mª Vianney, el Santo cura de Ars, el cual recordaba siempre a sus fieles que “Jesucristo, cuando nos dio todo lo que nos podía dar, quiso hacernos herederos de lo mas precioso que tenía, es decir, de su Santa Madre”.

 

     Que buena ocasión la de este año para acercarnos a la Virgen de la Hermosa con un ruego común: la oración por los sacerdotes. Y al pedirle por los sacerdotes de hoy, que no olvide a los del mañana. Que Ella vele por las vocaciones sacerdotales y religiosas y que ponga en el corazón de los niños y de los jóvenes de nuestro pueblo el deseo de ser felices en la entrega y el servicio a los demás.

 

     Que la Virgen de la Hermosa interceda para que los sacerdotes sean, en el mundo de hoy y en futuro, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz.

 

     ¡Felices Fiestas de la Hermosa a todos!