Hermandad de Ntra. Sra. de la Hermosa |
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Septiembre 2009. Fuente de Cantos |
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Viaje a Alemania
Felisa García Domínguez ______________________
Su pasado, su historia y las películas que de ellos se han hecho, hacían que este año el destino de nuestra excursión no fuera (como en otras ocasiones) motivo de entusiasmo por parte de la mayoría; no obstante, la madrugada del domingo 5 de julio, como todos los años nos reunimos en la oscura y triste estación de autobuses y nos despedimos de familiares y amigos; una semana es poco tiempo, pero Alemania está bastante lejos y por si esto fuera poco “el avión” impone (digan lo que digan los valientes).
Dentro del autobús, reina la alegría y la cordialidad, vamos recogiendo compañeros de viaje en Villafranca y Almendralejo, nos juntamos 42, casi los de siempre, algunos menos y 6 nuevos. Cuando desayunamos, ya sabéis (sobre las 5 de la mañana) todos nos conocemos y en el aeropuerto, maletas al viento y… “Pasajeros con destino a Berlín embarquen por la puerta 17” (que digo yo: “embarque” es la palabra propia para subir a un barco, no a un avión, ¿cuál sería la palabra?).
Una pasajera lleva el carné caducado ¿qué pasará? Dos horas y media de vuelo, muy bueno, apenas brusquedades y el aterrizaje suavito, ya estamos en Berlín, capital de esta extensa y verde tierra ¡qué verde y qué grande!
¿Y el hotel? ¡Madre mía! Un rascacielos de 37 plantas con unas vistas, desde cada habitación que impresiona; yo estuve en la planta 32. Los ascensores como cohetes espaciales “yummm” y ya estabas arriba “yimmm” y ya estabas abajo, no daba tiempo de leer los números por el camino.
El adjetivo GRANDE le va a todo: avenidas, parques, fuentes, personas… ¡qué grandes!
Soltamos las maletas en el hotel, después comimos, buenas comidas y abundantes cervezas (medio litro a medio día y medio litro por la noche, y en los tiempos libres, en vez de comprar o mirar escaparates, en una terracita pedíamos una “bier taker o bier gross”). Algunas personas se han traído de Alemania un barril (barriga) muy salaino.
Dormimos una buena siesta, cenamos a las ocho y salimos a ver el Berlín nocturno ¡qué bonito! no estaba excesivamente iluminado (son algo ahorrativo los berlineses) pero nos gustó y fotografiamos sus monumentos, catedrales, palacios… El guía, nos fue contando cosas que hicieron que esta visita fuera abriendo nuestras mentes, aprendiendo y sobre todo valorando: el trabajo, el tesón y la historia de los alemanes y de la Alemania destruida y rota en la II Guerra Mundial y vuelta a construir igual o mejor, con voluntad, esfuerzo y donde pudieron hasta con las mismas piedras.
“No hay mal que por bien no venga” ¡Qué trabajo cuesta escribir esto! Pero… esto lo dijo el guía: “Berlín es una ciudad cosmopolita, multirracial, hay una mezcla de culturas, religiones y razas que, aunque se den en otras ciudades, no con la peculiaridad de la aceptación plena, pues conviven: judíos, protestantes, musulmanes y cristianos con un respeto sincero, digno de admiración”.
A la mañana siguiente, tras el desayuno, ya imagináis ¡Qué desayunos! Dábamos tres o cuatro viajes a los mostradores; lo de menos era el café con leche.
Visita panorámica de día, aún más bonito, los restos de famoso muro; la puerta
de Brandenburgo
También nos sorprendió el edificio Sony en el centro de Berlín, era como una gran flor que cambiaba de color de azul a rojo y rosa, esta parte era alegre y moderna, llena de estudiantes o turistas como nosotros.
Estamos desde las 9:00 de la mañana en el autobús, subiendo y bajando en cada monumento y cada vez que bajamos no podéis imaginar la impresión que tenemos de ser famosos o paparachis, nos echamos de fotos cantidad, en todas las poses habidas y por haber (¡es divertidísimo!).
A las 11:00 visitamos el museo “Pérgamo”, poseedor de la colección más grande de arte antiguo, tres colecciones: babilónica, egipcia y árabe; muy bien conservadas y distribuidas; más de la mitad de las obras de arte (esculturas, mosaicos, columnas…) ¿traídas? de estos países, para deleites de turistas y negocios de los alemanes. La primera sala “el altar de Pérgamo”, dedicado al Dios Zeus, con unas escalinatas muy propias, sirvieron para que nos hiciéramos fotos (sin flash) pero han salido muy bien.
En la sala árabe, una cúpula y una puerta ¿traídas? de Granada, regalo de reyes a reyes. (Yo de arte no entiendo y como dice Gila, en sus chistes, “cabezas, brazos, piernas… entre todos podían hacer uno o dos completos” es broma).
Después de comer, tarde libre, ¡qué divertida y cansada!. Visitamos la catedral de nuestra señora, el órgano y el púlpito de mérito. Subimos (algunos) a la cúpula, son de forma circular y tan alta… ¡Cuántos escalones! parecía que llegábamos al final y… ¡otro tramo! la mitad íbamos quedando por el camino, arriba creo que llegaron dos. También fuimos a la sinagoga judía, ya habían cerrado, la vimos por fuera que también era muy bonita arquitectónicamente.
Tomamos café en una terraza al lado del río Havel, un paseito en barco y otro en ascensor a un acuario cilíndrico y el ascensor en medio, nosotros íbamos colándonos de dos en dos… o más, el portero muy amable, cuando nos tocó el turno nos subimos por la cara a unos ascensores de cristal, la juerga que llevábamos nos delató y al entrar el segundo grupo y animarlos a que subieran, vino el portero (ya más serio) y nos dijo en alemán: “chwmishma ghrcagwlle” ¡a la calle todos!.
En fin, entre risas y fotos pasó la tarde; después de cenar otra vez a pasar. La guía Concha Burgos (ya de la familia) nos indicó un sitio donde había conciertos al aire libre y nos parecía una buena idea, allá marchamos una mayoría y efectivamente los había, una potente, extraordinaria y conocida voz nos sobrecogió, pero aquello estaba cerrado por vallas de lonas y había tanta gente fuera como dentro; por experiencia turística, que vamos teniendo, conseguimos ponernos ante la puerta, ya estaba terminando y al menor descuido cuando alguien salía nosotros entrábamos, conseguimos hasta butacas, muy atrás, pero ya estábamos seguros de quien cantaba: José Carreras ¡Madre mía! ¡Qué voz! Nos regaló dos piezas, como si supiera que 20 ó 30 españoles le aplaudían ¡qué suerte tuvimos!. Al salir, a las mujeres nos regalaron una rosa roja. Llegamos al hotel más contentos que unas pascuas, dormimos como lirones (es que los días aquí son como todos, muy grandes).
El miércoles, tras desayunar “opíparamente” vamos a una ciudad llamada Postdan, importante, pues en ella celebraron una reunión: Churchill, Truman y Stalin y decidieron la suerte de Alemania en 1945; pasamos por el puente de los espías (nos fotografiamos) y visitamos un palacio, Sans Soucci (sin Problemas, es la traducción) y el que vivió en él, Federico II, no los tendría, bonito y grande, con jardines, estatuas y hasta las tumbas de sus perros, curioso ¿eh?
Vimos algunos molinos que nos recordaron Holanda, era el barrio de los holandeses y otro palacio más llamado el “Palacio Nuevo”, siempre han vivido bien los reyes; éste tenía 300 habitaciones, veríamos 12 ó 14, magníficas, con estupendas chimeneas, muebles de la época y preciosos cuadros, de poco valor pictórico y mucho valor histórico, pues retrataban perfectamente estampas propias del tiempo: cacerías, bailes, reuniones… Antes de entrar en este palacio tuvimos que ponernos unas babuchas grises, feas y grandes, lo que pudimos reírnos, como patos “maneaos”, lo que quería esta gente es que abrillantáramos los suelos. Uno de los salones, decorados con conchas, caracolas y minerales de gran valor. Las babuchas morunas dieron una paliza a nuestras cansadas piernas.
Acabamos cansinitos menos mal que los almuerzos nos reponen las fuerzas y las cervezas no digamos, acaban gustándole hasta los más reacios, que los había pidiendo “vino tinto” y como no los entendían… pues cerveza.
Frente al fabuloso y altísimo Park-inn (que así se llamaba el hotel) los grandes almacenes Kauffor (no se me olvida el nombre porque se parece a lo de limpiar los zapatos), allí echamos nuestra tercera tarde en Berlín ¡Todo muy caro! pero algo cayó, había de todo. Una vuelta por jardines y plazas, en una fuente “Neptuno y las sirenas" nos hicimos ¡cómo no! muchas fotos.
De Berlín a Nürenberg pasando por Dresden ¡Qué bonita! la llaman “La Florencia del Elba”, su río, sus puentes, llena de luz y música, un montón de músicos callejeros, carros con caballos, puestos de salchichas ¡Qué salchichas! de ricas y de grandes, también las traemos… retratadas y en latas; pasaron las horas rápidamente. Visitamos la iglesia, el Zwenger, la Hofkirche, todo esto fue arrasado en la II GM y reconstruido con la máxima rigurosidad, admirable, sencillamente admirable el trabajo de restauración llevado a cabo. Comimos en un restaurante que había sido una fábrica de cerveza, muy típico.
Volvimos a montar en bus, aún faltaban tres horas para llegar a Nürberg (así también se escribe). El hotel de cinco estrellas de esta ciudad, nos gustó ¡Cómo no! La cena y el comedor de lujo. ¡Ah! Aquí nos esperaba un señor que lleva 38 años en Alemania y que estuvo en el colegio de los padres en su juventud, conocía a algunos del grupo y cenó con nosotros, luego nos llevó por la ciudad, que como todas, poco iluminadas pero, de una belleza singular; un marco para una película romántica y de la época medieval. Había ambiente y algunos jóvenes en la plaza haciendo unos rezos o canciones con velas encendidas (eran árabes y protestaban por lo que pasa en sus países de origen), a nosotros todo nos llama la atención, pero sobre todo ¡qué limpio y qué cuidado!.
Cuando amaneció y desayunamos, fuimos a ver los campos Hitlerianos, una inmensa zona donde desfilaban las tropas nazis y Hitler daba sus discursos y celebraba congresos con sus aliados y simpatizantes. Luego visitamos el palacio de justicia y la cárcel donde se celebró el famoso juicio de Nürenberg, donde los autores de estas fechorías fueron condenados.
El castillo de esta ciudad construido en una roca de aspecto sobrio, sus habitaciones eran amuebladas cada vez que venía el emperador a pasar una temporada y desamuebladas cuando éste se marchaba (los muebles eran de los nobles del pueblo). También vimos la casa de Alberto Durero su monumento y una liebre gigante obra del autor y símbolo del pueblo.
El centro de la ciudad visto de día era igual o más bonito que de noche, la plaza, que estaba llena de gente, estaba ahora llena de puestos de flores y fruta ¡Qué bonito!. Todos los telones que cubrían los puestos eran de rayas, un poco como las casetas de San Isidro. Entramos en la catedral, lo mejor el órgano y el púlpito.
En la torre, un reloj parecido al de Berna. En una terraza tomando cerveza, esperamos que dieran las 12:00, salía un muñeco y siete muñequinos bailando alrededor, por lo visto, en la antigüedad siete príncipes elegían al emperador, otros cuatro muñequitos tocaban trompetas, y así, dieron las 12 de la mañana ¡se nos van volando!.
Vuelta al bus, hacia Rothrenburg-ob-der ¡Qué ciudad!, como si no hubieran pasado los siglos por ella, como si en la guerra no hubieran bombardeado casi la mitad de sus edificios.“Estos habitantes desde hace muchos siglos, allá por el XII o XIII, caso de que algún edificio sufriera algún deterioro, ellos mimos se encargaban de repararlo de forma meticulosa según los planos antiguos” (esto lo he copiado). Aquí comimos, paseamos y esperamos en su bonita plaza a que los músicos de una orquesta empezaran su concierto, escuchamos dos o tres piezas.
Una de las tiendas nos sorprendió pues en julio sonaba el “Mery crismas” y es que todo el año lo pasa vendiendo artículos navideños, inmensa de grande y cantidad de cosas que no se puede imaginar, no compramos, pero hicimos muchas fotos.
Dormimos en Heidelberg. El sábado por la mañana visita panorámica. El autobús nos dejó al lado del castillo Palatino, donde tuvimos que subir una cuesta de un porcentaje bastante elevado. Admiramos desde arriba la belleza del lugar, una princesa española, llamada Isabel, lo había habitado y vivido en él una romántica historia de amor. La bajada de la cuesta fue peliaguda.
No podíamos pasar por Estrasburgo (ciudad francesa que se mete como una cuña en nuestro recorrido) sin ver y fotografiar el parlamento europeo, tantas veces visto en televisión; la vieja ciudad, con su imponente catedral ¡qué catedral! católica, con una portada barroca, recargada de figuras representativas, de pasajes evangélicos y personajes del antiguo y nuevo testamento. Podías mirarla un día entero y no terminarías.
Paseamos barrios típicos Petite France, el mercado de los lechones… no había lechones, sí muchos puestos de comida, la gente come por las calles con más naturalidad que nosotros.
Camino de Friburgo atravesamos la selva negra ¡qué ganas teníamos de verla!, más que negra, oscura, está formada por miles de abetos altos, derechos y juntitos, al ser el verde tan oscuro le da aspecto de negrura; además por el medio de esos bosques (¡qué miedo perderse!) debe no verse ni toser (por no poner otra cosa).
Después de cenar, dimos un paseo, era sábado y había mucho ambiente; a los lados de la calzada, entre la calzada y la acera, había pequeños canalitos por donde pasaba el agua clara y fresca ¡qué bendición de agua!, por todas partes ríos y lagos, canales y puentes, barquitos que pasean, una delicia en este y en los anteriores lugares que hemos visitado. Como cada ciudad que visitamos, Friburgo nos sorprendió gratamente.
Tras el desayuno, vuelta al autobús, atravesando la selva negra, este y otros desplazamientos de tres o cuatro horas, no penséis que solo íbamos dormidos o mirando por las ventanillas, además de buena música y algunos chistes… cantábamos, no podéis haceros una idea de lo que hemos cantado: desde los años 20 hasta los 90, todas las décadas.
Ha venido con nosotros una joven y simpática chica, a la que debemos agradecer su presencia, su encanto, su saber idiomas (nos ayudó en muchos momentos y nos tradujo todo aquello que nos era imposible), además canta de lujo y temas más modernos que los nuestros.
Nos lanzamos a bailar en un pelotón de gente rara ¡qué rara!, todo viene grabado y fotografiado. Algunos después de cenar volvieron para ver la cervecería más grande del mundo “B.P.”, dicen que impresionante. Ha llegado el lunes y el “bicharraco” nos espera, últimas compras en el aeropuerto, la del carné caducado, trae un visado del cónsul para pasar tranquilamente ¡está más fanecía…!.
Buen vuelo y buen aterrizaje, ya estamos en Madrid, la hora de comer: ensaladilla, rabo de toro, patatas fritas, helado, café… La siesta camino de Toledo ¡qué magnífica ciudad! ¡qué broche hemos puesto este año!. Un “poco” de calor, pero… ha merecido la pena.
Más autobús, más coplas, más chistes… ya sentimos la presencia del final. Como siempre el grupo lo mejor, somos durante estos días una gran familia. El organizador, Paco Miranda, como siempre muy acertado. El himno a nuestra patrona puso punto y final a nuestra excursión de este año (que no nos tenga en cuenta las voces, eran las tres de la madrugada…).
¡Felices fiestas! y Auf Wiedersehen!
Un abrazo,
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